lunes, 23 de noviembre de 2020

INVITACIÓN

INVITACIÓN 


 

El próximo día 26 de noviembre (jueves) a las 18:30 os invito a escuchar y participar a través de mi perfil en facebook (Luci Gorria) en la presentación y charla de "El Sendero de una vida".

Para adquirir un ejemplar firmado puedes mandar un correo a : luciagorriaescritora@hotmail.com 

viernes, 13 de noviembre de 2020

MITXI

 

MITXI


Hoy necesito compartir una historia real que he vivido en propias carnes, algo que pasa habitualmente en zonas rurales y ciudades desde tiempos inmemoriales, mientras muchos miran hacia otro lado. Es un grito al ver el desamparo legal de una situación demasiado habitual, arcaica, salvaje e injusta.

Mitxi nació en mi casa el 29 de junio del 2020, pequeña, inocente y desvalida después de que su madre Missi se recuperara durante tres largos mese de una paliza que le dejo la cadera dislocada y las patas traseras fracturadas. No podía alimentarse por sus propios medios así que se arrastró hasta mi puerta pidiendo socorro. No dudé en ofrecerle un hogar donde protegerse y sanar sus heridas. La confianza total en el ser humano jamás la volvió a recuperar, pero aquí, escondida, parió una sola cría, aun no se cómo puedo hacerlo con semejante cuerpo famélico y dolorido. Poco a poco dejó que me acercara a ella y a su cría, pero no he conseguido sentir su pelaje entre mis manos, ella solo me acompaña como una sombra allí donde voy. Después de varias semanas ofreciéndoles una cama mas confortable ella aceptó un trato: yo daba y ella cogía sin pedir nada a cambio, pero aquella pequeña criatura despeluchada en poco tiempo abrió sus preciosos ojos azules y me robó parte del corazón. Creció a salvo, alimentada, cuidada, pero sobre todo querida, con la libertad de ir y venir cuando las dos quisieran, jamás les faltó una cama caliente por las noches y ratos de juegos y diversión al aire libre, porque no tuvieron dueño, no tuvieron un amo, pero si una familia.

Mitxi creció esperando su primera visita al veterinario, pero la curiosidad innata de los felinos fue su perdición cuando apenas había cumplido los cinco meses de vida. Murió tirada, sola y ocultada intencionadamente entre los bojes, después de que un perro educado, si educado, para matar gatos la sorprendiera a tan solo unos metros de su hogar, como le ha pasado a muchos otros gatos de la zona. Después de vivir con rabia y dolor semejante barbarie he buscado ayuda para que estas costumbre salvajes e innecesarias cesen, y me encuentro con leyes absurdas e inútiles, pues aunque se nos llene la boca de la lucha por la protección de animales domésticos o salvajes, resulta que si no están bien identificados, catalogados y desprovistos de su libertad pueden ser impunemente asesinados a palazos, martillazos o descuartizados, y para aquellas personas, como yo, que son capaces de entender que puede existir un equilibrio beneficioso con medios dignos, adecuados y legales, una simbiosis entre las colonias felinas y las poblaciones, deben saber que si quieren justicia, no la encontraran.  Se encontrarán con una multa por alimentarlos y cuidarlos mientras que a buenas personas con malas costumbre que les convierte en maltratadores,  seguirán a sus anchas.

Hoy Missi, llora por las noche la muerte de su cría, la pequeña Mitxi, acurrucada sola en su cama , esperando su regreso y yo la miro, impotente  por no poder abrazarla, por no poder compartir su dolor y darle el consuelo que se merece.



martes, 27 de octubre de 2020

FANTASMAS DE LA NOCHE

 

FANTASMAS DE LA NOCHE:



Hoy en el ocaso del día las calles están desiertas, las puertas cerradas, mientras los fantasmas y demonios de las psiques recorren entre las sombras las ciudades enteras, buscando a sus creadores, desesperados por perturbar sus sueños. Se cuelan silenciosos entre las cerraduras para susurrar al oído su llegada, recordando durante las horas más lóbregas miedos y temores del pasado y del futuro. Se alimentan de terrores infundados y huyen saciados antes del amanecer, sembrando a su paso dudas que sacuden la esencia de los mortales.

Son seres cobardes, tristes y solitarios que buscan compañía en tiempos oscuros, son los reflejos de un estado de alarma que pueden acabar enfermando el alma. Pero aquellos que los escuchan atentamente saben que son un sinsentido imaginario, pues el ser humano, es el amo y dueño de sus propios miedos.

sábado, 19 de septiembre de 2020

ANTIGUOS MARES

 

ANTIGUOS MARES



A veces, desde lo alto de las montañas sueño con la belleza de los inmensos océanos:

Con el sabor a sal en los labios.

Con la fina y tibia arena bajo los pies descalzos.

Con el pelo bailando al ritmo de la brisa que llega de un horizonte lejano.

Con el sonido de las olas y la blanca espuma al morir en las playas.

Con el sol cegador del mediodía que dora la piel que nos envuelve.

Con el aroma del alma ancestral de las profundidades que calma mil temores.

A veces, desde lo alto de las montañas sueño con antiguos y limpios mares que ya no existen.




jueves, 10 de septiembre de 2020

LENGUA DE FUEGO

 

LENGUA DE FUEGO




Un ligero siseo, una encarnada brizna encubierta, un resuello viciado huyendo por una minúscula ventana y en unos segundos se desenlaza el averno, devorando con su lengua de fuego, el espíritu de un pequeño pueblo, mientras las miradas de impotencia y miedo de sus gentes lo rodean acompañándolo entre llantos y lamentos en su sombrío final.

Las llamas coléricas brotan por la techumbre creando una gran ola, mostrando su fiereza y crueldad ante los ríos de agua que batallan por extinguirlo. Con burla y rapidez se extiende por pasillos, salas y cuartos, alimentándose del trabajo de toda una vida, reduciéndolo todo, entre estallidos y derrumbes, a escombros y cenizas. El centro cultural con sus miles de recuerdos exhala humo y tizne que se esparce con el viento por las casas, ennegreciendo coladas, jardines y coches. El olor a madera quemada se cuela por cada rendija, por cada rincón durante días y noches. En poco rato el fuego arrasa la Sociedad Idokorri, dejando al descubierto un amasijo de escombros, el esqueleto desnudo de un viejo edificio, el centro recreativo, cultural y gastronómico, el centro neurálgico de Aspurz.

Queda en nuestra memoria miles de cenas compartidas entre mesas y sillas de roble, casi cuarenta años de fiestas, música, brindis y exaltaciones de la amistad en el bar,  juegos infantiles, millones de partidas de cartas, campeonatos de brisca y mus, discusiones y rencores ancestrales, talleres de costura y cocina, juegos de rol y misterio, partidas de ajedrez entre expertos y no tan expertos, presentaciones de libros, exposiciones , charlas , visionado de películas y documentales en la sala de cine, comidas populares y familiares, celebraciones de bodas y comuniones, entrega de premios y homenajes a los nuevos jubilados, auzolanes , fiestas de disfraces, chocolatadas y concursos de pintxos, risas de los futuros socios cobijados en los días más fríos en el “cuartito de abajo”, asambleas y tomas de decisiones, quedan muchas historias y momenticos únicos que las llamas no ha podido engullir, que jamás nos arrebatará. Permanece la fuerza de aquellos que invirtieron sus ahorros y su tiempo en pro de un pueblo, las ganas y la frescura de las siguientes generaciones, el apoyo y las palabras de aliento de los valles colindantes….

La tristeza, la pena y la incertidumbre que sienten ahora nuestros corazones se transformará en sueños e ilusiones por levantar de nuevo piedra a piedra, mano a mano la Sociedad Idokorri, porque si una vez se pudo hacer con esfuerzo y con entrega, de nuevo lo lograremos. Porque se ha calcinado nuestra edificación más simbólica, pero no la fuerza y la voluntad de nuestros corazones.









miércoles, 19 de agosto de 2020

MERMELADA CASERA

 

MERMELADA CASERA



(Receta de mermelada casera o cómo sobrevivir al primer intento de producir tu propia mermelada.)

Ingredientes:

-          Moras.

-          Cascabillos.

-          Azúcar.

-          Zumo de limón.

-          Paciencia y ganas.

Dificultad: Ya iras viendo

Tiempo: Más de lo que esperas.

Para hacer una exquisita mermelada casera, lo ideal es recolectar los frutos en el momento óptimo, cuando están maduros y jugosos.

Ya sabéis, que las moras crecen en zarzas, pero solo los mejores frutos, los más gordos y sabrosos, suelen ser inalcanzables a nuestras manos, ya que están demasiado lejos o escondidos entre afiladas agujas preparadas para atacarnos cuales tigres bengalíes. No importa que uses guantes, porque se meterán entre ellos y acabarás con largos, finos y profundos arañazos o tu ropa se enanchará para atraerte a las profundidades del matorral. Mi consejo es que realicéis esta actividad en familia, sobe todo con niños y niñas, ya que al parecer son inmunes a las espinas, además de ser lo suficientemente ágiles y flexibles para llegar allí donde una mano adulta no es capaz. Cuidado con probar las deliciosas moras en algún momento o llegareis a casa con las manos vacías.

En cuanto a la recolecta de los cascabillos, es mucho más sencilla, solo necesitareis una escalera para recoger los frutos que están en la parte superior del árbol, ya que son los más maduros, un repelente de mosquitos o en su defecto una crema calmante, porque una horda de insectos negros os atacara de imprevisto.

Una vez teniendo en vuestro poder los frutos, llega la parte más sencilla del todo el proceso, lavarlos, pero tened cuidado que ninguna mora o cascabillo se os escape o huya. De aquí en adelante, todo se complica un poquito, no importa los libros de recetas o videos de YouTube que hayáis visto, no perdáis la energía y mucho menos la sonrisa.

Mezcla las moras, el azúcar y el zumo de medio limón en un táper o bol, pero antes debes ponerte un delantal, ya que una vez que haces esta mezcla, las moras parecen cobrar vida y comienzan a escupir pequeñas gotitas moradas que son atraídas por cualquier prenda, preferentemente si es nueva. Deja reposar de 2 a 3 horas para que vaya soltando un delicioso jugo.

Mientras tanto puedes ir quitando los huesos y la piel a los cascabillos, proceso algo lento pero indispensable. Introduce los cascabillos en una cazuela con un poco de agua y caliéntalos el tiempo justo. E aquí el primer problemilla, ya que el tiempo justo no lo mide nuestro reloj así que, o tal vez te quedes corto y no puedas quitar las pieles y mucho menos el hueso, o te pasarás y se quedarán tan blandos que la piel y la carne serán todo uno y el hueso no saldrá limpio. Necesitas un poco de paciencia, búscala donde la guardes, porque además de quemarte con los huesos incandescentes perderás parte de la carne del fruto. También puedes probar, según algunos vídeos editados de YouTube, en los que vemos cocinas gigantes que jamás tendrás, aplastar los cascabillos con un tenedor y así saldrá el hueso limpio, aunque yo os aseguro que eso es mentira, el hueso no saldrá limpio nunca. También puedes intentar ponerlos en un pasapuré para sacar el fruto ya triturado por un lado, el hueso y la piel por otro, pero es otro bulo, ya que el pasapuré acaba por atascarse con una maseta, en la que es complicado diferenciar los pequeños hueso, la piel y la carne. En este instante, tu pequeña cocina está llena de cascabillos o masa de cascabillo por todas partes y te das cuenta, que con anterioridad una mora se introducido bajo la suela de tu zapatilla y has dejado huellas por todo el suelo. Toca limpiar un poquito antes de continuar usando papel de cocina, ya que con la bayeta solo conseguirás esparcirlo todo todavía más.

Busca otro poquito de paciencia y te pringas hasta los codos intentando quitar con las manos y de uno en uno los huesos de la masa sin llevarte parte de la preciada carne del fruto, pero es misión imposible. Acepta que solo podrás utilizar algo menos de la mitad de cada cascabillo. Cuando creas haber retirado todos los huesos, pasa el resto por el pasapuré y encontrarás por lo menos una docena más que volverás a rebuscar y retirar. Finalmente te quedarás solo con las pieles en el pasapuré y el resto, lo utilizarás para preparar tu mermelada casera, que caerá, una pequeña parte sobre tu encimera y otra en una cazuela demasiado grande para lo que has conseguido. Ya has pasado la peor parte.

Recoge de nuevo el desaguisado que has montado tu solo o sola en la cocina, encontrarás unos cuantos huesos que intentaban huir detrás de la lavadora y vuelves al trabajo.

Vierte el azúcar y el jugo de medio limón sobre el pure de cascabillos y ponlo a calentar cinco minutos a fuego fuerte. El delantal es algo insuficiente, lo ideal sería ponerte una armadura ignífuga porque mientras revuelves con una cuchara de palo tu puré para que no se pegue, saltan pequeñas gotitas, que parecen inofensivas, y van a caer sobre cualquier parte de tu piel que esté al descubierto. Estas gotitas también contienen azúcar que, en contacto con la piel, crean diminutas pero dolorosas ampollas.  Después de cinco minutos en los que juras en varios dialectos, baja la intensidad del fuego para que se cueza durante 35 o 45 minutos. Ponle una tapa a la cazuela para que deje de escupirte. De vez en cuando, remuévelo para que nada se quede pegado para la eternidad. Tras este tiempo, apaga el fuego, limpia de nuevo tu cocina porque estará pringosa y descansa un poquito. Tienes aproximadamente una hora para empezar de nuevo con las moras, porque ya han pasado dos horitas desde que las mezclaste con el azúcar. Retoma fuerzas, sal de la cocina y túmbate un rato antes del siguiente combate.

Una hora más tarde, y poseída o poseído por el espíritu de Laura Ingalls en el S. XXI, vuelve a la cocina con tu armadura, tus ganas y tu santa paciencia. Pon las moras a cocer a fuego fuerte durante 5 minutos, no sin antes haber derramado parte del jugo sobre tu encimera blanca y que deberás limpiar enseguida o tendrás una mancha morada hasta que cambies de encimera, de cocina o de casa.  Remueve con una cuchara de palo, que ya se ha tintado de morado, y con ganas tu puré o tendrás gotitas de mora hasta en el techo, estas pesan menos que la de los cascabillos por lo que alcanzan mayor altitud. Entre vuelta y vuelta tira el papel con el que has limpiado lo que has derramado. No se te ocurra sacar la cuchara de la cazuela, porque goteará por toda la cocina, aunque tú no te muevas de la baldosa, esto es uno de los misterios de la vida sin resolver. Después de 5 minutos algo estresantes, baja a el fuego a medio- bajo para que se cueza todo lentamente durante 35 o 45 minutos y remueve de vez en cuando. No te olvides de ponerle una tapa y tener papel a mano par limpiar lo que te escupe cada vez que la levantes. Pasado este tiempo de cocción, bate todo con sumo cuidado para no cambiar de color las paredes de tu cocina. Antes de volver a limpiar lo que ha salpicado la batidora, abre un nuevo rollo de cocina porque seguramente el anterior se te ha acabado.

Pasa el puré de moras por el pasapuré para darle una textura más fina y quitarle las pepitas y después vuelve a limpiar lo que se te ha derramado.

Ya tienes tu exquisita mermelada hecha, solo queda probarla y embotarla para conservarla. Las dos están deliciosas, teniendo en cuenta que no te gusta la mermelada. Tal vez la de cascabillos está un poco acida y la de moras tiene todavía bastantes semillas que acabarán por pegarse en tus muelas, pero aún así están sabrosas, naturales y las has hecho tú.

Rebusca unos 8 o 9 botes pequeños con tapa y llénalos con una cucharilla pequeña, ya que con una grande es posible que dejes caer parte de tu producto manufacturado por la encimera y el fregadero. Te darás cuenta de que te sobran unos cuantos botes porque la cantidad de mermelada es bastante minúscula.

Te quedas con un tarro y medio de mermelada de moras y tres de cascabillos. Cierra bien los botes, compruébalo un par de veces y sumérgelos todos, menos el que está medio vacío, en una cazuela llena de agua que pondrás a hervir durante 45 minutos. Échale un ojo de vez en cuando, seguramente uno de los tarros se habrá reventado por lo que es importante que bajes la intensidad del fuego.

Pasado el tiempo restante, intenta pescar los tarros sin quemarte ni cortarte. Finalmente tienes dos tarros de mermelada de cascabillos y uno y medio de moras que probablemente no te comas pero que son totalmente naturales, deliciosos y caseros.

Vuelve a limpiar tu pegajosa cocina y haz una foto a tu gran logro del día para compartir en las redes con una reseña que engañará a nuevos incautos “Mermelada casera, fácil, rápida y económica. “

 

lunes, 10 de agosto de 2020

PARÉNTESIS

 

PARÉNTESIS


Recostada sobre la cama, junto a una ventana abierta al mundo, escucho con placer las gotas de aguacero precipitándose con ímpetu sobre la tierra sedienta. En la penumbra de la noche, consigo vislumbrar la danza de las ramas de una higuera al ritmo del salvaje viento, que mitiga el final de un sofocante día y el comienzo de otro.

En la hora de las brujas, los ya lejanos truenos de la tormenta, son para mi una nana que me acuna invitándome al país de los sueños, pero hoy deseo contemplar las siluetas de las montañas navarras bajo los destellos de la electrizante luz que cae del cielo. Hago un último esfuerzo para mantener abiertos mis ojos cansados, para despedirme con gratitud de este paréntesis en un caluroso y peculiar verano, pero acabo por sucumbir cuando el viento cesa paulatinamente, llevándose consigo las recias y densas nubes, dejando al descubierto un firmamento nocturno lleno de centelleantes estrellas. El canto de cuna por hoy ha concluido, y yo por fin logro sumergirme entre ligeros, frescos y dulces sueños.

viernes, 17 de julio de 2020

RASCA QUE TE RASCA


RASCA QUE TE RASCA


Abanico en mano, espero que llegue la noche y con ella, por fin, desaparezca este calor infernal y la humedad que empapa mi cuerpo y la fina tela que lo envuelve.

Abro las ventanas, deseosa por sentir una suave brisa que refresque mi alcoba mientras me esparzo sobre la cama ocupando el mayor espacio posible, procurando no tocarme a mí misma. Siento como cada poro de mi piel exsuda sin parar y pienso que en cualquier momento me derretiré dejando un charco de agua, grasa y huesos.

Estoy agotada a pesar de no haber hecho nada, tan solo respirar este aire tórrido con sabor a tierra y a sal de mi propio cuerpo. Pero por fin este fogoso día se acaba y entro en letargo, en un duermevela hasta que de pronto lo oigo. Parece lejano, suave. Un leve zumbido, un aleteo frenético de un insignificante vampiro. Se ha abierto la veda y es la hora de cenar. Un diminuto y hambriento mosquito se ha colado por mi ventana y tengo la certeza que va a fustigarme una y otra vez hasta que se harte, reviente o acabe con él.

Pienso, erróneamente que, si no me muevo, no conseguirá localizarme, como si fuera un tiranosaurio rex invisible, pues no consigo verlo por mucho que lo oiga.  Pero me huele, olfatea cada parte de mi piel expuesta, me encuentra como lo hace un león con su presa. 

Dejo de escucharlo un par de minutos y entonces lo siento. Ese picor intenso sobre mi tobillo, ha comenzado su particular banquete. Tobillo, nuca, brazo, rodilla, otra vez nuca. No se cansa de mi cogote y no consigo atraparlo.

Acaba tan harto que baja la guardia y consigo verlo. Doy una palmada en el aire intentando exterminarlo, y después otra y otra. Me siento ridícula ante este liliputiense ser que me devora frente a mis narices y yo, aun así le hago palmas. Pero con mi último aplauso he conseguido acabar con él. Victoria.

Ahora toca lamerse las heridas, pequeños pero insufribles mordiscos, picotazos que van tornando color grana, tomando volumen, tensando y calentando mi piel como respuesta alérgica.

Mis escudos hoy han fallado. Ni la mosquitera, ni la citronela, ni el insecticida, ni la pulserita, ni el antimosquitos han conseguido frenar al ya fallecido pero voraz chupóptero. Sé que me espera una noche de rasca que te rasca, hasta que el antihistamínico me deje K.O. pero hasta ese momento no hay crema, ni vinagre, ni amoniaco que me unte, que calme este picor. Quisiera pasarme una lijadora por la nuca y abrir con un bisturí los picotazos de las piernas hasta que salga el veneno que llevo dentro.

Acabo dormida después de un rato de tortura, pero sigo rascándome entre sueños.

Cuando llega el nuevo día, intento desperezarme poco a poco, apenas puedo abrir los ojos. Me dirijo a la ducha, un buen baño de agua fresca me despertará y calmará las picadas. Al mirarme en el espejo, y por lo poco que puedo ver, parece ser que había más invitados al banquete y han decidido cebarse con mi cara con premeditación, nocturnidad y alevosía.

Hoy no me queda otra que pasar un nuevo día bochornoso embadurnada en cremas y adormecida por los anti alérgicos, pero la próxima noche, sacare la artillería pesada. Dormiré dentro de mi cama, protegida por un escudo seguro, la sabana.

miércoles, 8 de julio de 2020

SER HUMANO


SER HUMANO


Paseo por los verdes y vivos márgenes de un barranco, donde el cauce discurre encolerizado, erosionando, puliendo la dura roca y creando sublimes cascadas que caen sobre pequeños estanques, donde el agua cristalina reposa unos instantes, para continuar su camino poco después y finalizar su aventura en un enorme pantano.

El ser humano tiene la capacidad de realizar increíbles actos de bondad, imaginar lo inimaginable, crear civilizaciones y transformar el mundo a su antojo, pero por desgracia, también es capaz de actuar de la forma más malvada, horrible, egoísta y enfermiza, de destruir, aniquilar y exterminar allí por donde pasa.

A veces, me pregunto qué habría pasado si el hombre no hubiera evolucionado, si simplemente no hubiera sido capaz de erguirse, de liberar sus manos, si no hubiera descubierto el fuego, no hubiera concebido la agricultura, descubierto la electricidad, inventado la bomba atómica, los laboratorios, la tecnología… y llego a la triste conclusión de que tal vez, en vez de ser una raza superior e inteligente , simplemente creemos que lo somos actuando como tal, como una plaga que llega y arrasa. Nos hemos convertido en la enfermedad de este planeta, al que explotamos, modificamos y deterioramos sin remordimiento, mientras otros lo admiran, lo exploran, lo estudian, lo protegen y lo defienden pensando que la tierra nos necesita, cuando lo cierto, es que nuestra propia vanidad nos impide reconocer que somos nosotros la que la necesitamos, pues nos alimenta y nos da cobijo a cambio de nada
.
En un próximo futuro, cuando la raza humana se autodestruya hasta llegar a la extinción total a través de las guerras, políticas económicas, enfermedades letales y contaminación, la vida en la tierra continuará sin nosotros, la naturaleza se repondrá como solo ella sabe, a su manera, libre del vasallaje, opresión y esclavitud. Nosotros caeremos en el olvido, dejaremos de ser la causa del desequilibrio, dejaremos de ser invasores, colonizadores, pobladores de algo que no nos pertenece, pues somos lo que sobra en la tierra, somos un fallo en la mutación de la evolución que nos han convertido en parásitos, somos El Ser Humano.



viernes, 3 de julio de 2020

BLANCA ROSA


BLANCA ROSA


Amanece, y el rocío ha cubierto una sublime rosa blanca que despierta, tupida y vigorosa, ante un sol radiante de verano. Emana un intenso perfume, cautivador y seductor para diminutos seres, que se sustentan de su dulce y placentero néctar entre los delicados pétalos de terciopelo inmaculado.

Protegida por finas espinas, pasan los días, y poco a poco se despide, sabiendo y aceptando que está llegando su final. Apacible y suavemente, los pétalos se desprenden y descienden planeando hasta la hierba, dejando sobre ella, una alfombra nívea e impoluta. 

Ha desaparecido la hermosa rosa del rosal, pero deja tras de sí, el recuerdo de una dulce y refinada fragancia en mi jardín.

miércoles, 17 de junio de 2020

KALANCHOE


KALANCHOE:


Al abrir la puerta del comercio Pinturas Juanto, me encuentro dos ojos experimentados detrás de las mascarillas que me dan con alegría los buenos días.  Veo a través de sus miradas, oigo sus enérgicas voces y leo en sus gestos la bondad que rezuman. Que suerte la mía haber cruzado nuestros caminos. Son una pareja que lleva dedicándose a su oficio muchos años, vendedores de la antigua escuela, que no dudan en compartir su entusiasmo por dar color a la vida.

De ellos he recibido un regalo, así sin más, sin merecerlo. Un presente más significativo para mí de lo que ellos se puedan imaginar, por el carácter en si de este premio que me ha llegado el corazón y para los que me conocen, saben que es algo que me apasiona.  Dos pequeños retoños de Kalanchoe de su propia planta. Ahora, ya descansan en dos coloridas macetas a las puertas de mi pequeño vergel, las cuidaré con mucho cariño, veré crecer y siempre me recordarán a esta pareja tan particular, que confirman mi creencia de que todavía existe buena gente en el mundo.

jueves, 4 de junio de 2020

CON LA LLEGADA DEL VERANO



CON LA LLEGADA DEL VERANO

Todos cambiamos a lo largo de la vida, porque nuestras propias vivencias, buenas, maravillosas, malas y horrorosas, modifican nuestra forma de pensar y por lo tanto también nuestra actitud y nuestras acciones.  

Superada la depresión y la bulimia no hace mucho tiempo, con gran esfuerzo, sudor, lágrimas y mucha ayuda, he conseguido reajustar ciertas actitudes y aceptarme tal y como soy, pero sobre todo he descubierto que me gusto. Soy una persona creativa, valiente, luchara, pacifista, empática, educada, precavida, compasiva, curiosa, honesta, asertiva, insistente… además, por supuesto, tengo grandes y pequeños defectos que me completan y me convierten en una buena persona.

Con la llegada del buen tiempo, se acerca el ir y venir a playas, piscina, ríos, lagos y pantanos, y os aseguro que yo soy una persona que disfruta con los chapuzones como la que más, de hecho, en alguna de mis vidas pasadas debí ser algún ser marino, pero a día de hoy sigo teniendo un problemilla que me condiciona. Restos de la enfermedad que sigo arrastrando, aunque sé que no nos soy la única en pasar por esto. Es el temido momento de ponerme en bañador, y no solo ante los demás, ya que tan solo mirarme al espejo me resulta bastante incomodo, porque en conjunto solo veo defectos. Caderas anchas, piernas gordas y celulíticas, tripa flácida, brazos fuertes… aunque en mi parte de mi cerebro repite una y otra vez que sigo siendo la misma persona.

Lo cierto, es que probablemente, sea más critica conmigo misma que lo que puedan ser los demás, así que hoy he decidido hacer un ejercicio frente a mi enemigo, el espejo. He dedicado un buen rato a observar cada parte de mi cuerpo, viendo todo lo positivo que tengo, aunque no cumpla con los falsos cánones de belleza sociales que nos han metido a fuego. Tengo una estatura media con cuerpo grueso pero proporcionado, unos ojos bonitos, de color verde oliva y con vista perfecta, de naturaleza rubia, da igual el corte de pelo que me haga, porque casi siempre me sientan bien, además tengo la suerte de que me crece rápido por lo que puedo cambiar de look a mi antojo. Labios carnosos, que no suelo maquillar, y dentadura perfecta gracias a la ortodoncia, por lo que tengo una bonita sonrisa. Brazos fuertes, para sujetar a quien lo necesite, manos trabajadas, sobre todo para crear y escribir, pies firmes y fuertes, pocas veces me salen ampollas o rozaduras, me encanta andar descalza sobre cualquier suelo para sentir la dureza de las piedras, la hierba recién cortada o el frio barro bajo mis pies. Piel dura, que cura las heridas con facilidad y se dora incluso bajo la sombra de un buen nogal.
Mi cuerpo no hace que sea ni mejor ni peor persona, porque sigo siendo la misma persona. Se que no puedo separar mente y cuerpo, soy todo uno, si mi mente esta sana, mi cuerpo también y viceversa y eso es lo fundamental.

Sigo siendo perfectamente imperfecta.


viernes, 1 de mayo de 2020

VIAJE AL SUPERMERCADO

VIAJE AL SUPERMERCADO


Debo ser bastante rarita, porque a todo el mundo que le gusta escribir, la cuarentena, parece ser, el estado perfecto para imaginar mundos nuevos o que las musas se cuelen por tu ventana, pero lo cierto es que yo me he sentido bloqueada en cuanto a plasmar mis sentimientos o mis humildes ideas, simplemente porque suelo relatar lo que me acontece en un día normal, y este aislamiento es todo menos normal, yo lo he vivido como el Día de la marmota, de Harold Ramis, repitiéndose día tras día en casa. Hasta ayer.

Os pongo en situación, vivo en un pequeño pueblo del Pirineo Navarro de unos doce habitantes y cada sábado vienen un par de camiones para suministrar fruta, verdura, carne y productos básicos, así que tenemos la suerte de que el mercado viene prácticamente a nuestra puerta, con el esfuerzo y exposición que conlleva al carnicero y a la frutera en estos momentos, por lo que en realidad, no he tenido la necesidad imperiosa de ir a un supermercado hasta ayer, ya que necesitaba algunas cosillas y por qué no decirlo, me apetecía algún capricho. El supermercado más cercano, en el que suelo comprar, está a unos 20 minutos en coche, así que cogí unos guantes de vinilo y una mascarilla propiamente manufacturada y allí que me fui.

Al montarme en el coche tuve la fugaz sensación de estar saltándome la ley, a pesar de que podemos ir ha hacer la compra, y durante todo el trayecto rece por que no me pararan al ver varias patrullas haciendo controles por la zona. Vamos que el miedo ya nos lo han ido metiendo en pequeñas dosis. Tuve la suerte de no tener que dar explicaciones a nadie y cuando llegué a la población donde quería hacer mis compras, me fui directa al estanco a adquirir unos paquetes de tabaco, no sin antes ponerme mis guantes y mi mascarilla, que desde el minuto uno empezó a sajarme las orejas. Al llegar a la calle principal, vi a un montón de gente quieta por las calles, como si estuvieran jugando a las estatuas, en aquel momento aluciné un poco, pero al acercarme me di cuenta que eran colas esperando para entrar en diferentes establecimientos manteniendo la distancia de seguridad, todos con sus mascarillas, una visión surrealista, pero las cosas ahora parece que van a ser así. Me puse en la cola del estanco y después de un rato, no se cuanto fue porque en realidad no tenía prisa, me di cuenta de que había un cartelito en el que ponía:
“Por causas ajenas a nuestro poder no se puede pagar con tarjeta”, así que me tuve que salir de la fila, perdiendo mi turno, para irme a la cola del cajero automático y una vez que pude sacar dinero, con la consiguiente comisión, volví a la cola del estanco y empecé a preguntarme cómo se puede fumar con la mascarilla, mejor no lo intentéis. Pasado un rato, quieta como una estatua pude comprar desde una distancia de “seguridad” unos paquetes de tabaco y de ahí al supermercado.

Tengo que decir que una de las pocas cosas que me gusta de las tareas del hogar es hacer la compra, pero ayer no fue el día, es más, creo que tardaré en volver a ir a un supermercado. Ya de primeras la mascarilla me estaba agobiando, no por respirar algo incomoda, sino porque no veía muy bien por donde pisaba y sobre todo por el ardor que notaba en las orejas, pero hay que adaptarse a la “nueva normalidad” ¿no?, pues ahí estaba adaptándome. Entre con mis guantes de vinilo, que por cierto me quedaban un par de tallas grande así que la cosa sabía que no iba a mejorar, pero no importaba porque tenía pensado comprar unos helados y alguna chuminada para esos días de aburrimiento.

Nada más entrar me puse encima los guantes que disponen para los clientes, esos “maravillosos” guantes gigantes, transparentes que son la excelencia de la comodidad. Me dispuse a coger algo de fruta y verdura, pero empecé a tener algún problemilla para abrir las bolsas. Después de unos diez minutos, varios intentos, me dio por reírme, gracias a que tenía la mascarilla puesta nadie se dio cuenta de que una loca inútil, peleándose con las bolsas, estaba pululando por el pasillo de la fruta. Hasta que un amable señor se acercó, viendo mi incapacidad con las puñeteras bolsas, me explicó muy afectuosamente un pequeño truco para abrirlas, simplemente de una de las asas hay que frotar y se abre, pero, aunque suene sencillo, es algo más complicado con un par de guantes. Ya con mi bolsa abierta, me dediqué a recoger un par de calabacines y nada más meterlos en la bolsa, fueron directos al suelo. Creo que es mala suerte pillar una de las pocas bolsas que pueden estar rotas, pues yo lo hice. Vuelta a empezar, coger bolsa, abrirla, llenarla y ponerle la etiqueta. ¡Que momentico!, y aquí se que no soy la única a la que le pasa. La etiqueta se queda pegada en el guante por mucho cuidado que tengas, así que yo fui dejando partes de mi guante en cada etiqueta. Solventado ya el primer contacto, me animé a coger unos mangos, que me encantan, y resulta que al meter dos en la bolsa me di cuenta de que tenía todo el guante lleno de las no pequeñas pegatinas que tiene cada pieza indicando que a madurado en el árbol. “Por lo menos ya no le va a pasar a nadie más”, pensé, “me las he llevado yo todas”.

Terminé con varios productos más y me deshice de esos guantes, o lo que quedaba de ellos. Seguí con mi compra, sin prisa, y de repente me encuentro que en la sección de la carnicería, charcutería y pescadería las han acondicionado para mantener la distancia de seguridad con una cinta, de nuevo parece que hay que hacer la compra desde la distancia, pero es por nuestro bien. Yo desistí de comprar nada, sencillamente porque se me quitaron las ganas. El problema llegó cuando quise pasar de pasillo a pasillo para seguir cogiendo productos de las estanterías, nada raro, unas galletas, algo de azúcar, unas cervezas, algo de pasta…. Pero se convirtió en algo complicado, ya que las colas de la pescadería y de la carnicería impedían el acceso a el resto de pasillos. No os penséis que había mucha gente, porque no era así, en cada fila había unas 4 o 5 personas, pero imaginaros como era de larga manteniendo la dichosa distancia de seguridad. Así que deje mi carro en un lugar estratégico donde no molestara, al lado de la comida de los gatos. Subí y bajé por los pasillos como si fuera un laberinto hasta llegar a las cámaras de yogures. Tan solo quería unos yogures naturales, simples, normales, de los de toda la vida y me encuentro con todo tipo de yogures de sabores, colores, aromas, con trozos de fruta, con virutas de chocolate, light, de soja, sin lactosa o azucarados, pero no naturales. “Esto me pasa por no haber utilizado como habitualmente lo hago la yogurtera cuando me queda tan solo uno.” En aquel momento apareció por allí un muchacho que esta reponiendo los yogures, así que le pregunté si iba a poner los naturales. Solo le veo los ojos, pobre muchacho pienso, todo el día con esto pegado a la cara, pero su mirada me expresa mucho más de lo que se atreve a decirme. Yo no lo había visto porque la tela que me cubre la boca me deja un campo de visión un pelín más pequeño de lo habitual, pero tiene cuatro carros de cajas de yogures hasta reventar para colocar.  “Déjalo majo, bastante tienes, como para estar buscando unos yogures, entre tanta caja” así que cogí unos edulcorados y me fui en busca de mi carro, volviendo por el laberinto, esquivando a las pocas personas que estábamos. Terminé con varias cosas más y me dirigí a la caja, donde había que esperar a que el anterior cliente finalizase de recoger sus cosas. Ojalá que esto no desaparezca con el virus, algo bueno tenía que tener. Mientras esperaba mi turno, con el carro a medio llenar, no pude evitar tocarme las orejas, parecía se me estaban despegando de la piel. “Dios mío que dolor.” Nada más empezar a poner las cosas en la cinta le pregunté a la Santa Cajera, que no se su nombre, como lo lleva y como aguanta la mascarilla. Su respuesta, me dejó hecha polvo. Me contó que tenía la cara llena de granos, aunque se cambia la mascarilla todos los días, pero le ha provocado algún tipo de alergia y tiene las orejas llenas de heridas, así que ha empezado a ponerse unas horquillas en las cintas. Yo no sabía ni que decirle, excepto gracias y ánimo. En aquel momento supe que me sonreía porque lo vi en sus ojos. Con toda amabilidad quiso ayudarme a meter cosas en las bolsas y yo directamente le dije que ni se molestase,   lo ordenaría en el parking, no aguantaba más esta sensación de ahogo, quería quietarme esa máscara cuanto antes. A la salida del supermercado lo primero que hice fue arrancarme la mascarilla y volver a respirar, que alivio. Al quitarme los guantes vi que tenía los dedos arrugados como pasas, de lo que me habían sudado las manos.

Me costó un par de horas hacer unas compras que me suele costar menos de una pero como me sobra el tiempo, no me importa. Son solo un par de horas, pero la pescadera, la carnicera, la santa cajera, el joven reponedor, la limpiadora y el resto de trabajadores están unas 8 horas o más en están condiciones, es una tortura y aún así no pierden la amabilidad ni la sonrisa en sus ojos.

Solo espero que cuando todo esto pase, cuando la distancia de seguridad sea un mal recuerdo, sigamos acordándonos de los y las trabajadoras esenciales, que les apoyemos y sobre todo acompañemos en la lucha de mejora de sus condiciones laborables que hasta ahora suelen ser bastante vergonzosas, porque por muchos aplausos de las ocho, que animan mucho, esos no pagan facturas, esas personas se juegan cada día su salud por gente como yo para que pueda tener acceso a alimentos y algunos caprichos.

Lentamente metí las cosas en bolsas y en el maletero mientras rebuscaba todos los tikets para dejarlos a mano por si me paraban, porque no es suficiente con enseñar la compra, eso es lo que me informaron en la panadería, hay que enseñar el recibo de compra para que se vea la hora y demostrar que no te has saltado el confinamiento. Regresé a mi casa, a mi bote salvavidas, deseando que no me parasen, volví a mi confinamiento y a mi Día de la Marmota.



Gracias a todos y todas las trabajadoras de hospitales, todos y cada uno de ellos sin olvidarnos de limpiadoras, celadores, administrativos…, trabajadores de supermercados, transportistas, repartidores, barrenderos, trabajadores sociales, voluntarios, dependientes de gasolineras, carteros, y muchos a los puedan dejar de pronunciar, por salvarnos el culo a todos y darnos un ejemplo de lo que realmente es importante.

viernes, 24 de abril de 2020

LA SALIDA


LA SALIDA


La humanidad se ha visto obligada a parar en seco para protegerse de algo que no se si ha sido provocado de forma natural o fabricado. El mundo no ha parado y yo tengo la sensación de que nos ha mandado a freír espárragos. Más de cuarenta días en casa, con la suerte de tener un pequeño huerto, pero ya he perdido la noción del tiempo, no sé qué día es, pero lo mas preocupante es que cada día tengo que cerciorarme en que mes vivo, porque nos han robado parte de marzo, abril se me escapa de entre los dedos y mayo ya veremos. Se que durante un tiempo tendremos que convivir con este maldito bichito, que debemos ser cuidadosos y precavidos pero también, estoy segura de que tenemos que salir ya de nuestro escondite habiendo aprendido una gran lección, necesitamos salir con los deberes hechos, dispuestos a ser responsables para  intentar volver a montarnos en el carro, para tener una vida normal y tranquila,   porque si no, muchos van a perder la razón por el camino y no va a haber para todos suficiente Lorazepam, ni Alprazolam, ni psicólogos,ni psiquiatras ni terapeutas, ni Flores de Bach, ni clases de yoga, ni meditación, etc..  para suavizar la pedrada mental que se está provocando con este encierro social. Y aquellos tarugos, que sean incapaces de convivir en paz con el resto, que no aportan nada a la sociedad, por favor les pido, quédense en su casa y no vuelvan a salir nunca, no los echaremos de menos.




martes, 14 de abril de 2020

UNA VENTANA AL MUNDO


UN VENTANA AL MUNDO


Desde una ventana veo el tiempo pasar,
días perdidos, días ganados,
todos iguales, todos distintos.
 Lentos amaneceres,
grises, lluviosos o soleados,
 incitadores de libertad.

El suave y dulce olor de las lilas ya florecidas se cuela por mi ventana
entre el silencio enfermizo de un mundo inmovilizado
y el alegre parloteo de las golondrinas que ya regresaron.

 Recluida o resguardada,
escudada tras unos cristales,
invernando,
 mientras otros luchan desabrigados en un frente de batalla higienizado,
 intentando salvar a madres, padres, hijos y amigos.
 Muchos se han quedado en el camino,
todos con nombre y apellido,
 con una historia,
todos con una vida que se ha perdido.

Es la ocasión de valorar lo que tuvimos
en los pequeños momentos de una jornada corriente,
en los besos, los abrazos y las discusiones de un día normal.

Yo sigo aquí,
resistiré hasta que todo pase,
mientras veo como el jilguero aletea libremente sus alas
y canta en el alfeizar de mi ventana.

martes, 24 de marzo de 2020

¿ENCARCELADOS?


¿ENCARCELADOS?



A día de hoy y sorprendentemente a nivel mundial, nos encontramos ante una surrealista situación de confinamiento para intentar frenar la propagación de un enemigo casi invisible. Cada día leo y escucho en redes sociales, en canales de comunicación, como algunos y algunas se quejan de sentirse enjaulados, encarcelados en sus propias casas, por el simple hecho de no poder salir a la calle durante uno o dos meses, tal vez menos, tal vez más, pero en definitiva un tiempo relativamente corto.
Este escenario nos ha obligado a la gran mayoría a parar “de golpe”, aunque aún tenemos la suerte de tener valientes en primera línea, como sanitarios, transportistas, servicios de limpieza y alimentación, voluntarios, fuerzas del orden, etc… Nos encontramos de repente enclaustrados con nuestros propios pensamientos, emociones y con nuestra soledad. Desde la mía propia, os animo a todos y a todas, a aprovechar la oportunidad única que se nos brinda para conocernos mejor, para dejar de pensar como borregos y empezar a pensar como personas únicas, a hacer un ejercicio de introspección, una autocrítica, constructiva, para que en el futuro cercano, seamos una versión mejorada de lo que ya éramos. Quisiera empujaros a que disfrutar de la soledad, compañera de la creatividad, la imaginación y la creación, de la música, la pintura, la costura, la lectura, la poesía, en definitiva, de todas las formas de expresión artística propias de cada uno, tan poco valoradas hasta ahora y que se están convirtiendo en el impulso y la alegría de cada tarde. Abramos y salgamos a las ventanas no solo a aplaudir, sino también a escuchar el silencio, el sonido de la naturaleza, a recrearnos con la visión de las estrellas, ahora que podemos. Estrechemos lazos a través de las ventanas con los vecinos, a aquellos que nunca conocimos, hablemos con nuestras familias, amigos y los compañeros a las que tanto deseamos abrazar, valoremos lo que no sabíamos que teníamos.
Disfrutemos de nuestras casas, cambiemos las cosas de sitio, ordenemos nuestras jaulas de oro para convertirlas de nuevo en hogares. Descansemos de las prisas, el estrés, durmamos de nuevo a pierna suelta, juguemos a las cartas, recreémonos y saboreemos la comida…
Seamos realistas y responsables, pero también positivos. Guardemos la esperanza de no volver a la normalidad, a la mediocridad, aprendamos grandes lecciones de vida, saquemos lo mejor de cada uno, porque pronto, muy pronto nos volveremos a abrazar.



jueves, 19 de marzo de 2020

EL VIRUS DE UNA CORONA

EL VIRUS DE UNA CORONA:




EL VIRUS DE UNA CORONA

Érase una vez una partida de ajedrez.

Érase una vieja y destronada reina que en pie quedaba frente a un pueblo unido.
Érase una antiguo y avaricioso rey que aprovechó un ataque imprevisto para enrocarse en una esquina.
Los alfiles, perdidos ante semejante contratiempo, se deslizaban sin ton ni son por el majestuoso tablero.
Fueron los valientes caballos quienes tomaron las riendas de la batalla, protegiendo y acompañando a los peones, que acabaron por unirse a sus propios enemigos, convirtiéndolos en amigables vecinos.

Mientras tanto la apolillada corona, acabó por desaparecer tras la voracidad del virus de la codicia y la mentira.


sábado, 7 de marzo de 2020

BRUJA


BRUJA:


¡Bruja! -  me dijeron:

Mujer fuerte, valiente, intuitiva, empoderada.
Creadora de vida, alimento y sustento.
Sanadora de heridas con tan solo un beso.
Con manos que sostienen, empujan y liberan.

Inteligente, suspicaz, una zorra ante su presa.
De suave y fino pelaje sobre su cuerpo.
Con canto de sirena y grito de guerra
No hay fronteras, ni cárceles que me detengan.
No hay barreras en mi cordura, ni límites en mi locura.

Hija de una sabia estirpe, una reina entre las reinas.
Una heróica princesa, una luchadora del ejercito violeta.
Una mujer entre mujeres, una sabia entre las sabias.

Bailamos bajo la luna llena alrededor de una hoguera.
Desnudas, vestidas, en el aquelarre de la vida.

No existe manada, ni macho cabrío que pueda dominarnos,
 porque somos hechiceras, somo curanderas, somos hadas, somos furias.
Somos libres, somos mujeres,
Somos Brujas.

Y sin mediar palabra seguí caminando con una sonrisa dibujada en mi rostro.



lunes, 2 de marzo de 2020

EL ABEJORRO

EL ABEJORRO




Amarillo, negro y peludito, un abejorro aletea sus alas zumbando en busca de alimento para su reina, pero todavía la primavera no ha llegado, cargada de un millar de flores donde elegir el mejor néctar y polen que llevar de vuelta a su hermosa colmena.

Escasean las provisiones, pequeñas flores se ven aquí y allí, entre las verdes y recién germinadas hierbas, así que el abejorro amarillo, negro y peludito se aventura a explorar entre tejados, puertas y ventanas, desde donde siente emanar cierto calor desconocido pero placentero.

Zumba que te zumba, el abejorro amarillo, negro y peludito se cuela por un agujerito, luchando por no dejar que sus finas alas se quiebren al pasar entre los huecos de las duras y ásperas piedras.

Tras un grandioso esfuerzo llega hasta la cocina de un hogar y allí encuentra algo sorprendente, un ser gigante de cabellos cobrizos como el fuego, ojos azules como el cielo y piel blanca como la nieve, y con su peculiar zumbido el abejorro amarillo, negro y peludito se acerca a semejante ser buscando sustento.

Zumba vigorosa y enérgicamente las alas del rechoncho abejorro amarillo, negro y peludito, esperando que aquel gigante monstruoso le escuche, pero no quiere oír, pues aprendió que a palabras necias oídos sordos.

Con ágiles movimientos, el abejorro amarillo, negro y peludito se sitúa frente a unos enormes ojos en los que puede verse reflejado con su delirante y frenético baile, pero el esperpento no quiere mirar, pues aprendió que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Sorprendido por tal ignorancia hacia su admirable cuerpo amarillo, negro y peludito busca otras maneras de comunicarse con aquella criatura y se dirige directo hacia su boca, pero no quiere hablar, pues aprendió que en boca cerrada no entran moscas.

Ante semejante desprecio, el abejorro amarillo, negro y peludito volvió por donde había venido buscando entre los campos pequeñas flores que le dieran un sostén, dejando en su soledad a aquel ente ceporro, insensato e ignorante que no quería ver, oír, ni hablar.