LENGUA DE FUEGO
Un ligero siseo, una encarnada brizna encubierta, un resuello viciado huyendo por una minúscula ventana y en unos segundos se desenlaza el averno, devorando con su lengua de fuego, el espíritu de un pequeño pueblo, mientras las miradas de impotencia y miedo de sus gentes lo rodean acompañándolo entre llantos y lamentos en su sombrío final.
Las llamas coléricas brotan por la techumbre creando una gran
ola, mostrando su fiereza y crueldad ante los ríos de agua que batallan por extinguirlo.
Con burla y rapidez se extiende por pasillos, salas y cuartos, alimentándose del
trabajo de toda una vida, reduciéndolo todo, entre estallidos y derrumbes, a
escombros y cenizas. El centro cultural con sus miles de recuerdos exhala humo y
tizne que se esparce con el viento por las casas, ennegreciendo coladas, jardines
y coches. El olor a madera quemada se cuela por cada rendija, por cada rincón
durante días y noches. En poco rato el fuego arrasa la Sociedad Idokorri,
dejando al descubierto un amasijo de escombros, el esqueleto desnudo de un
viejo edificio, el centro recreativo, cultural y gastronómico, el centro neurálgico
de Aspurz.
Queda en nuestra memoria miles de cenas compartidas entre
mesas y sillas de roble, casi cuarenta años de fiestas, música, brindis y
exaltaciones de la amistad en el bar, juegos infantiles, millones de partidas de
cartas, campeonatos de brisca y mus, discusiones y rencores ancestrales,
talleres de costura y cocina, juegos de rol y misterio, partidas de ajedrez
entre expertos y no tan expertos, presentaciones de libros, exposiciones , charlas
, visionado de películas y documentales en la sala de cine, comidas populares y
familiares, celebraciones de bodas y comuniones, entrega de premios y homenajes
a los nuevos jubilados, auzolanes , fiestas de disfraces, chocolatadas y
concursos de pintxos, risas de los futuros socios cobijados en los días más fríos
en el “cuartito de abajo”, asambleas y tomas de decisiones, quedan muchas
historias y momenticos únicos que las llamas no ha podido engullir, que jamás nos
arrebatará. Permanece la fuerza de aquellos que invirtieron sus ahorros y su
tiempo en pro de un pueblo, las ganas y la frescura de las siguientes
generaciones, el apoyo y las palabras de aliento de los valles colindantes….
La tristeza, la pena y la incertidumbre que sienten ahora
nuestros corazones se transformará en sueños e ilusiones por levantar de nuevo
piedra a piedra, mano a mano la Sociedad Idokorri, porque si una vez se pudo
hacer con esfuerzo y con entrega, de nuevo lo lograremos. Porque se ha
calcinado nuestra edificación más simbólica, pero no la fuerza y la voluntad de
nuestros corazones.
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