PALABRAS
Hace un tiempo, escuché una frase
que me llegó a lo más profundo de mi ser, una frase que fue cimiento para mi
profesión como educadora infantil en aquellos momentos. “Las palabras arrugan
el corazón”, ¡¡¡ que verdad tan grande ¡¡¡, pues pensemos en las
profundas arrugas que nacen en la más tierna infancia. Estas palabras se implantaron
en mi mente sin darme cuenta, me acompañaron durante años y las quise, no solo
poner en práctica, si no también, compartirlas con aquellas personas que me
encontraba en el camino, intentando ser consciente de que mis palabras
procuraran “no arrugar el corazón”.
Tiempo después, me di cuenta de lo evidente de
esta frase, de lo que puede llegar a significar desde otro punto de vista, o
tal vez, desde otro momento completamente diferente en la vida. Una evidencia clara
y cristalina, sin artificios y a la vista de cualquiera que la quiera y pueda
ver, simple y sencilla: “Las palabras alegran el corazón” Tan cierta, como que
cada mañana amanece. Suena tan bonita, tan dulce y tierna, que solo escucharla
de mis propios labios me produce una ligera sonrisa, una pequeña inyección de
energía positiva, así que está versión, me resultó mucho más fácil ponerla en
práctica y llevarla a cualquier rincón, a cualquier momento del día. Curiosas
son las reacciones, incluso las propias, al desearle un buen día al panadero,
al compañero, a la operadora o a la doctora que te atiende.
No pasó mucho tiempo, cuando
empecé a pensar en estas dos frase, tan iguales y tan diferentes, con el mismo
significado pero que me provocaban emociones diferentes. Desde la culpabilidad,
preocupación, responsabilidad, hasta alegría, diversión, compasión, respeto… ¿Cuál
de las dos es la correcta? La respuesta llegó con otras dudas ¿Acaso debo
elegir una?, ¿quién me obliga a escoger? Y la bombilla se encendió con una luz
tan blanca que no dejo lugar a sombras. Simplemente decidí quedarme con las
dos, ya que son el reflejo la una de la otra, como nuestras propias manos
unidas palma con palma.
Todos y todas somos responsables de
que nuestras palabras no dañen, no culpabilicen , no destruyan y eduquen con
respeto, compasión, ternura, alegría y humor.