martes, 26 de diciembre de 2017

EL SACO

EL SACO

Hace muchos años, en una hermosa aldea donde todos los habitantes vivían en armonía, llegó desde muy lejos un viejo comerciante que había viajado por todo el mundo y vendía artículos de todo tipo. Uno de esos extraños productos era un diminuto saquito de tela que escondía un gran secreto, aunque era pequeño, en el podías guardar todo lo que quisieras, ya que conforme se llenaba iba creciendo y creciendo sin fin. 

A un joven de la aldea le pareció interesante aquel curioso artículo y por tan sólo unas monedas se hizo con el. El comerciante le insistió que era una gran adquisición si sabía utilizarla correctamente, pero conllevaba también una responsabilidad, ya que debía cerrarlo cada vez que lo usara porque si no lo hacía, seguiría creciendo tanto el saco como lo que contenía. 
El protagonista de esta historia se fue a su casa tan contento por haber conseguido lo que para el parecía un tesoro. Lo guardó en un pequeño cajón pensando el uso que le podría dar pero pasado un tiempo se olvidó de el. 

Los siguientes meses el joven trabajó duramente pero el poco tiempo que tenía libre lo disfrutaba con sus amigos y su familia. Lo cierto es que era un muchacho muy sociable, hablaba con todo el mundo, siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás ya que tenía un gran corazón. 
Un día , después de trabajar en el campo, volvió a su casa y se encontró la puerta abierta, al entrar vio que alguien le había robado gran parte de sus pertenencias, todo por lo que había luchado había desaparecido. Jamás pensó que alguien pudiera robar en aquella aldea donde todos se conocían y en ese momento empezó a dudar y a sospechar de sus propios vecinos. Desde ese día ya no los trato igual, estaba convencido de que había sido uno de ellos y lo cierto es que no se equivocaba, ya que en pocas semanas descubrió que el ladrón no sólo había sido su vecino más cercano sino que además era su mejor amigo. Aquello le lleno de tristeza, decepción e ira. El joven dicharachero empezó a ver el mundo con desconfianza, en su corazón había germinado la sombra del odio. Ya no salía tan a menudo de su casa y siempre que lo hacía la cerraba a cal y canto, ya no saludaba a todos como antes y empezó a sospechar que todos estaban en su contra. 
Un día, ordenando su casa, encontró el pequeño saco que había comprado unos años antes al viejo comerciante y se le ocurrió guardar en él algunos de los sentimientos que le estaban corroyendo el alma. Guardó la tristeza, la desconfianza y la ira que con el tiempo habían crecido dentro de él. Al principio parecía no caber, pero enseguida vio como crecía sin problemas. El muchacho se sintió algo más aliviado y dejó de nuevo el saco en un armario, ya que no cabía en el cajón pero se olvidó de cerrarlo y el saco y todo lo que contenía se fueron haciendo cada día mas grande. 
Pasaron los años y el muchacho se convirtió en un hombre, había perdido parte de su alegría, su carácter se había agriado con el tiempo y muchos de los amigos que tenía los había perdido por culpa la desconfianza y el orgullo. 
Este pequeño cambio en solo una persona afectó a todos ,ya que contagió la tristeza, odio e ira a todos los habitantes de la aldea. Los rumores empezaron a correr por las calles haciendo lo mejor que saben hacer, destrozar amistades a través de las mentiras. A nadie se le ocurrió pensar que no eran ciertos, simplemente aceptaban que lo que uno decía, que había dicho el vecino, que se lo había oído decir al de la esquina era una verdad como una catedral.

Pasaron los años y la relación de los habitantes de la aldea comenzó a ser complicada, había discusiones, peleas e incluso había familias que habían dejado de hablarse.

El personaje de nuestra historia ya empezaba ha estar mayor y la sombra que años antes había germinado en su corazón había crecido de tal manera que lo había convertido en un viejecito huraño y solitario al que nadie hablaba ya. Llegó un tiempo en que apenas salía de casa, la desconfianza era tal que no se atrevía a cruzarse con nadie, pasaba las horas ordenando sus viejos trastos y un día al abrir un armario se encontró con un gran saco abierto, rebosante de odio, ira y tristeza, tan grande que ocupaba todo el armario. Entonces recordó qué era, su pequeño saquito en el que había guardado parte de sus sentimientos pero que había olvidado cerrar dejándolo que crecieran, crecieran y crecieran, aumentándose unos a otros. Intentó cerrarlo pero ahora era tan grande que no tenía suficiente fuerza para estirar de las cuerdas que lo cerrasen...

.... ¿Que creéis que pasó ? Ayudarme a encontrar el final. 

Puede, que como no consiguiera cerrar el saco, se le ocurriese sacar el odio, la ira y la tristeza para hacerles frente y entonces el saco volviese a hacerse de nuevo pequeño, ablandando el corazón del viejo que pudo encontrar la fuerza para perdonar y pedir perdón. 

O puede que no consiguiese cerrar el saco, ni se le ocurriese sacar nada de el, y siguió y siguió creciendo tanto que en día era ya tan grande que el viejo cayó dentro y el odio lo devoró sin que nadie lo echara de menos. 

O puede que consiguiese cerrar el saco y viviese el resto de sus días solo y amargado, recordando que los tiempos pasados fueron mejores.


domingo, 10 de diciembre de 2017

EN NAVIDAD

EN NAVIDAD



Rubén era un muchacho de 17 años que vivía con su madre en un barrio de las afueras de una gran ciudad. Sus padres se habían separado hacía varios años y aunque fue una separación amistosa y sin demasiados dramas, Rubén jamás había perdonado a su madre que hubiera permitido que su padre se marchara a otro país. Desde hacía años se comportaba de forma rebelde, contestaba a su madre por cualquier excusa, se saltaba las clases en el instituto e incluso había noches en las que ni siquiera volvía a casa a dormir.
Sólo pensaba en estar de fiesta con sus amigos y en conocer chicas. La convivencia con Rubén se había vuelto insoportable, pero su madre , que era una buena mujer, intentaba quitarle hierro al asunto, pues sabía que en el fondo tenía buen corazón y que estaba pasando por una época difícil al no tener a su padre cerca. Esperaba que con el tiempo, su querido hijo, volviera por el buen camino, volviera a ser de nuevo él.

Unas Navidades, cuando Rubén estaba a punto de cumplir los 18 años, cogió un pequeño macuto con algunas pertenencias, el dinero que su padre le había dejado para la universidad y dejó una nota a su madre : "me voy, no me busques".
Y así, sin despedidas y sin penas, Rubén dejó las llaves en la mesa del comedor, salió de su hogar y cerró la puerta con fuerza para no volver jamás.

Su madre no cesó de buscarle en los siguientes meses pero con el tiempo, se dio cuenta que le era imposible encontrar al que no quiere ser encontrado. Intentó retomar su rutina con la esperanza de que su hijo algún día volviera, al fin y al cabo se había ido por su propio pie. No pasaba un día en que su corazón se acelerara con fuerza al oír el sonido del teléfono, incluso cuando salía a la calle, a veces, le parecía verlo en alguna esquina y salía corriendo tras él pero cuando cruzaba la calle su figura ya no estaba.

Mientras tanto Rubén, se dedicaba a vivir en casa de algunos amigos, iba de fiesta en fiesta cuando se le antojaba, en pocas  palabra, hacía lo que quería, a penas se acordaba de su madre y mucho menos de el hombre que le había abandonado unos años antes.

Los primeros meses fueron geniales, rodeado de sus amigos, conocía gente nueva con sus mismas ganas de exprimir la vida y la cantidad de dinero que tenía, le permitía ser generoso con los que creía que eran sus colegas. Vivía sin normas, sin límites, sin deberes.

Pero pasado un año, todas aquellas puertas que al principio se encontró abiertas se fueron cerrando de una en una, sus amigos se cansaron de su cara dura, de su chulería y reproches porque tuvieran que trabajar para vivir, trataba a todo el mundo como si fueran sus criados y aquella generosidad de los primeros meses había desaparecido como el dinero de Rubén y sus amistades.

Y así es como Rubén, ya con casi 19 años se vio sólo, en la calle y sin amigos pero  él, que le sobraba orgullo, se sentía superior a los demás, pensó que era una oportunidad para conocer mundo y vivir la vida. Se dedicó un tiempo a viajar a cualquier lugar que le llevaran gratis y para comer, tan sólo le hacía falta sentarse en una buena zona y ponerse a pedir. Se dio cuenta que durante los periodos vacacionales conseguía suficiente dinero para utilizarlo en albergues las noches más frías. Al fin y al cabo quería disfrutar, divertirse y no pasar las noches gélidas a la intemperie.

Rubén, el muchacho al que no le había faltado cariño, comida y un hogar ahora era un sin techo más y aunque los primeros años no le importó, es más lo disfrutó conociendo mundo, en el Otoño del tercer año lejos de su casa, enfermó de una fuerte neumonía al no encontrar un sitio dónde dormir varias  noches. Fue la primera vez que realmente echo de  menos a su madre, su cariño y sus cuidados.

Aquella idea  se instauró en su mente como un parásito, pensaba en volver durante un tiempo a su casa, tal vez su madre habría cambiado, tal vez la podría perdonar, incluso cuando hacía memoria no creía que fuera tan mala, nunca le había gritado, por lo menos sin razón, reconocía que era paciente y lo cierto es que fue su padre el que se marchó lejos mientras ella siempre estuvo a su lado.

A punto de cumplir los 22 años, apenas quedaba una semana para Navidad, cogió lo poco que le quedaba en su viejo y raído macuto para tomar el camino de regreso a su hogar. Tuvo la gran idea de presentarse en la puerta de su casa antes de la cena de Noche Buena, sería el centro de atención.


Y allí que se presentó, estaba frente a la puerta que unos años había cerrado con tanto ímpetu, se arrepentía de no haberse llevado las llaves, por un momento, antes de llamar, pensó en sus primeras palabras, incluso se imaginó el cálido abrazo de su madre, realmente la añoraba pero cuando fue a llamar al timbre escuchó varias pisadas, risas y jaleo, parecía que había una fiesta. Entonces dio un paso atrás,  le entraron dudas, tal vez no había sido buena idea. Seguía oyendo fuertes carcajadas, su madre no estaba sola y su orgullo le hizo dar tres pasos más hacia atrás, ¿ cómo se atrevía su madre a ser feliz sin él? ¿ a caso le había olvidado? Y pregunta tras pregunta, Rubén daba pequeños pasos que le alejaban de aquella puerta hasta que se encontró de nuevo en la calle.

Caminó por su antiguo barrio y pensó que todavía tenía algún conocido por la zona, se acercaría a los bares que solía regentar y esperaría que apareciera alguno. Sería una noche mítica con sus antiguos amigos. Pero era Noche Buena y las calles estaban vacías, los bares cerrados y el frío empezó  a instalarse en los huesos de Rubén. Se sentó en la entrada de su bar preferido a esperar, intentando resguardarse del frío. A media noche se acomodo un poco y cerró los ojos pensando  en que tal vez debería haber llamado a la puerta de su casa, tal vez su madre si le había echado de menos, tal vez su madre le había perdonado por abandonarla como lo hizo su padre, tal vez....

Su orgullo desapareció mientras se quedaba dormido, pensando en cómo pedir perdón, en una de las noches más fría del año. A la mañana siguiente, la noticia de que había un joven escuálido con el pelo enmarañado y sucio muerto en la calle, corrió como la pólvora por el barrio. Nadie sabía quien era, nadie le echó en falta, excepto una buena mujer, que desde hacía varios años, seguía poniendo cada día un plato de más en la mesa, esperando el regreso de su hijo.

martes, 5 de diciembre de 2017

AKILES

AKILES


Había una vez un precioso perro llamado Akiles que vivía con una familia muy especial a la que cuidaba y daba muchas alegrías. Le gustaba jugar con las pelota,  cuidar de sus dueñas y si en algún momento las veía tristes, intentaba animarlas dándoles grandes lamentazos en la cara, como si fueran besos. Vivía en una casa donde se acogían gatos abandonados y Akiles se encargó de darles cariño y cuidarlos como si fueran sus hermanos. Durante 9 años se convirtió en uno más de la familia, hasta que por desgracia enfermó de un sarcoma y murió dejando un vacío y un dolor en los corazones de toda la familia. 


  
  


lunes, 27 de noviembre de 2017

LA LEYENDA DEL SENTIR

LA LEYENDA DEL SENTIR


La Diosa del Amor tuvo cuatro hijos, Razón, Respeto, Alegría y Compromiso. Cuando creyó que ya eran lo suficientemente mayores para vivir por si mismos, los envió a conquistar el mundo sin saber que allí se encontrarían con Celos, Dolor, Tristeza e Ira que rápidamente y con sucias tretas, engañaron y secuestraron a los inocentes hijos de la Diosa para ocultarlos y abandonarlos en una gran cueva, donde no pudieran influir en la Tierra. 

Dolor y Tristeza se adueñaron de las almas de los hombres que se volvieron quejosos y apáticos. Ira y  Celos gobernaron los países con mentiras y rencores. Durante siglos la Tierra se volvió una necrópolis oscura y sin color pero de las penas y llantos de los hombres y mujeres nacieron Esperanza, Caridad, Sabiduría y Miedo que unieron sus fuerzas para liberar a Razón que apenas podía pensar, a Respeto que no se reconocía a si misma, a Alegría que había perdido la cabeza y a Compromiso que tenía el alma rota. 

Poco a poco Caridad curó las heridas de los cuatro hermanos, los cuales al verse de nuevo fuertes declararon una gran guerra de poder contra Dolor, Tristeza, Celos e Ira. 
Muchos de los habitantes de la Tierra, se unieron al pequeño ejercito de los hijos de Amor para desterrar a Ira y a Celos a una pequeña isla llamada Soledad y tras una gran batalla encerraron a Dolor y Tristeza en la antigua cueva que había sido la cárcel de los cuatro hermanos. 

Razón gobernó el mundo junto a Sabiduría y Esperanza, convirtiendo los países en lugares justos e inflexibles. Alegría , Respeto y Compromiso tomaron las riendas de las almas de los hombres mientras Caridad se dedicaba a cuidar de Miedo, el cual creía que el mundo se sumergía en el caos y en la locura. No existía la pena, el llanto, el hambre, ni la guerra pero tampoco la felicidad. 
Los hombres, siempre tan desagradecidos, comenzaron a aburrirse, dejaron de esforzarse y perdieron la imaginacion y la creatividad. Ante aquella situación Miedo encontró un trocito de valor en su corazón para liberar a Dolor y Tristeza que durante su cautiverio se habían vuelto insoportables e inseparables. Encontraron a Ira y a Celos, a los que el rencor por haber sido abandonados en la Isla Soledad, había destruido el pequeño corazón que antiguamente habían tenido. La guerra de nuevo se hizo inevitable, pero esta vez los ejércitos estaban más equilibrados por los hombres. Un día se ganaba una batalla y otro día se perdía, durante años la vida en la Tierra consistía en luchar por sobrevivir, aquello no parecía acabar nunca.

Miedo no sabía que bando escoger, unas veces estaba con sus hermanos, a los que había traicionado liberando a Dolor y Tristeza y otras veces se unía a sus antiguos captores que lo relegaban a los peores trabajos, asustando a los guerreros con la llegada de la Muerte. 
Caridad, que tenía un gran corazón, intentaba cuidar tanto de unos como otros pero le faltaban manos para sanar las profundas heridas de la humanidad, así que un día, decidió juntar a todas las emociones para llegar a un acuerdo. Nadie gobernaría sobre el ser humano, serían ellos mismos los que decidieran qué hacer con su mundo, tomando las riendas de sus propias vidas. 
Todas las emociones estaban  cansadas de librar tantas batallas, aquella interminable guerra no les llevaban a ningún lado, así que por una vez estuvieron de acuerdo en llegara un equilibrio. 
De ahí que podemos sentirnos alegres por la llegada de un nuevo día, tristes por el adiós de un ser querido, enfadados por las injusticias, asustados ante la incertidumbre, esperanzados por el futuro, rencorosos por la mentira y muchas más cosas a lo largo de nuestra vida y llegando a un equilibrio podemos encontrar en nuestro camino el amor y la felicidad.

sábado, 18 de noviembre de 2017

NAHIA Y EL LOBO

NAHIA Y EL LOBO


Había una vez un lobo muy hambriento que vivía en un gran bosque en el que apenas había nada para alimentarse. El lobo era temido en todas las casas del pueblo cercano, pues robaba gallinas, cerdos y corderos para alimentarse.

Un día que el lobo buscaba algo que comer, sintió un gran dolor en una de sus patas. Había caído en una trampa del cazador del pueblo. El lobo aulaba, gritaba y lloraba de dolor.

De pronto, pasó por allí una niña llamada Nahia que iba a ver a su abuelita. Nahia al ver al lobo tan dolorido quiso ayudarle y aunque tenía miedo, pues había oído toda clase de historias sobre aquel lobo, se acercó y lo soltó de la trampa del cazador.

El lobo se levantó y comenzó a lamer su patita herida mientras miraba a Nahia con gratitud. Poco a poco se adentró en el bosque sin dejar de mirar a la pequeña niña.

Nahia siguió su camino, pero al haberse entretenido no se dio cuenta de lo tarde que era y se perdió en el gran bosque. Nahia estaba muy triste y asustada.

La abuelita de Nahia al darse cuenta que no llegaba a casa, empezó a temerse lo peor. Avisó a la mamá de la niña y a los vecinos del pueblo. A media noche buscaban a Nahia desesperadamente por el bosque, pues pensaban aterrados que el lobo podría habérsela comido.

El lobo que seguía dolorido , escuchó lo que estaba ocurriendo. Se acordó de la ayuda que le brindó Nahia y buscó a la pequeña niña por el gran bosque hasta que la encontró acurrucada entre los helechos.

El lobo se acercó a Nahia y lamió su fría cara. La niña siguió al lobo hasta las afueras del gran bosque donde estaba su madre y su abuelita.

Desde aquel día, el lobo acompaña a Nahia por el gran bosque hasta la casa de su abuelita y la pequeña niña da de comer al lobo, que desde aquel momento dejó de ser un lobo hambriento.

















domingo, 12 de noviembre de 2017

LA PRIMERA VEZ

LA PRIMERA VEZ


Hace poco una amiga me contó su historía y hoy con su permiso me gustaría compartirla

Nerea tenía apenas 14 años recién cumplidos, su vida aparentemente era feliz, tenía salud, una familia que la quería y unos pocos amigos pero ella sentía que no encajaba en el mundo,  sola y confundida. Los estudios no le iban nada bien y la relación con sus compañeros tambien era nefasta. Se sentía diferente y los demás la trataban diferente, se reían de ella por su forma de vestir, la ignoraban por su forma de ser y la despreciaban por su forma de pensar, cada día intentaba pasar por la escuela como un fantasma invisible donde nadie le podría hacer daño. En su corazón creció un caparazón a la vista duro pero frágil como las alas de una mariposa. Intentó camuflarse para parecer normal y comenzó a representar un papel, una vida, para sobrevivir .

Durante un tiempo aquello pareció funcionar, incluso sus antiguas compañeras que la humillaban empezaron a tenerla en cuenta y poco a poco Nerea comenzó a tener la sensación de pertenecer a un grupo, a no ser tan diferente, a no ser la tonta, rara y estúpida.

Por aquella época surgían noviazgos entre los compañeros y como no, Nerea no quiso quedarse atrás y tuvo su primer novio. Si le gustaba o no sólo lo sabía ella, de aquel chico recibió su primer beso, no mucho más, pero no estaba sola. Iban al cine, al parque y a las ferias de la ciudad.  Y en una de esas noches de feria mientras disfrutaban en grupo de un espectáculo pirotécnico su primer novio rompió con ella. Así, sin más ni más, quería hacer un paréntesis ya que durante el verano se verían poco y Nerea estuvo de acuerdo, tampoco le importó no volver con él. No hubo drama, ni llantos, ni reproches, de hecho siguieron viendo el precioso espectáculo nocturno.

Nerea no tenía muy claro que hacer, quedarse o marcharse, a fin de cuentas ella pertenecía al grupo, ¿No?¿Si?

Mientras llegaba la traca final sintió ciertas miradas, oyó risitas y al girarse, para preguntarle al que ya era su primer exnovio qué pasaba, se lo encontró besando a una de sus supuestas nuevas amigas.

Más miradas, mas risas, carcajadas.....

Se levantó y sin mediar palabra se fue a su casa, mientras las risas y los dedos acusadores le seguían por mucho que se alejase, otra vez sin dramas, sin llantos, sin palabras. Estaba sola, se fue a casa y una vez allí sintió hambre, un hambre atroz, primitivo, se dirigió a la cocina y allí asaltó la nevera intentando llenar un vacío,  tal vez calmar un enfado o enterrar la humillación, quién sabe.

Cuando terminó de comer, engullir y tragar, se sintió culpable, por ser como era, por no ser de otra forma, por no ser normal y entonces algo repulsivo le subió por la garganta intentando salir de su boca, como si fuera un grito silenciado, rápidamente se agachó sobre la taza de baño y vomitó, vomitó la humillación , vomitó la poca dignidad que tenía, vomitó la ira que le ardía en el pecho, vomitó pensamientos de odio, vomito la tristeza por sentirse sola y no paró hasta que pensó sentirse libre. Esa fue su primera vez.



Con los años Nerea construyó una aparente buena vida, aparentaba buena salud, tenía una buena relación aparentemente, tenía un buen trabajo que aparentemente le gustaba y parecía que hacía lo que quería pero en su interior no le gustaba en quién se había convertido ni el papel que representaba pero el miedo a decepcionar y cumplir con lo que creía que se esperaba de ella le impedía ser ella misma.

Su primera vez se convirtió en decenas, centenas, miles, la mejor manera de sentirse vacía, guapa para los demás, libre de tristeza, relajada, tener el control de alguna manera, lo hacía porque quería y podía dejarlo cuando quisiera.

Hasta que un día toda aquella falsa realidad, todo aquel frágil castillo de naipes se derrumbó y Nerea vomito por última vez.
Tuvo que aprender a crear una nueva vida, con cimientos reales, no hizo falta que fuera una buena vida, le bastaba con que fuera suya, sin apariencias, sin vómitos de tristeza, ira, soledad... y con el tiempo y esfuerzo, resultó que Nerea  vivió una estupenda vida, diferente, rara y única , con alegrías y tristezas, con enfados y humillaciones, con dignidad y alabanzas, con sus idas, pensamientos , valores y con sus creencias,  sus locuras y genialidades .

Nerea dejó de sobrevivir y comenzó a vivir


DEDICADO A, TODAS LAS PERSONAS QUE HAN SUFRIDO O SUFREN ALGÚN TRASTORNO ALIMENTICIO, A LAS PERSONAS QUE LES ACOMPAÑAN Y LAS CUIDAN.


HAY VIDA DESPUÉS DE LA ÚLTIMA VEZ

martes, 7 de noviembre de 2017

PESADILLAS

PESADILLAS


Había sido un Invierno largo y duro, la nieve comenzaba a derretirse en los alrededores de la ciudad y el aire, gélido todavía, corría por las calles, pero algunos días podía sentirse la llegada de la Primavera. 
Los últimos meses del año habían sido igual de intensos que el invierno para un matrimonio que vivía a las afueras. Llevaban más de seis años viviendo juntos y se habían casado unos meses antes. Gorka y Laura seguían queriéndose como el primer día y de eso hacía ya quince años. 

Ambos tenían buenos trabajos pero Laura no estaba contenta con lo que hacía. Era extremadamente exigente y crítica consigo misma, por lo que seguía estudiando y formándose en su tiempo libre, aprovechaba cada segundo del día y de la semana para estar ocupada, por lo que vivía bajo un gran estrés que le impedía conciliar el sueño muchas noches. Había organizado el día a día por horas y normalmente era inflexible, se acostaba siempre a la misma hora, fuera o no fin de semana por lo que rara vez salía por las noches y a pesar de eso muchas noches las pasaba en vela. Si conseguía dormirse, se despertaba a media noche pensando en lo que debía hacer al día, la semana, el mes o el año siguiente, pocas veces le llegaba a sonar el despertador. Una vez que terminaba su jornada laboral, iba corriendo de un lado a otro, siempre se quejaba de tener la sensación de faltarle horas en el día. Ponía todas sus energías en no perder el tiempo o por lo menos eso intentaba. Durante los últimos 5 años ese había sido su ritmo de vida, su carácter se había enrarecido y apenas sonreía, aunque de puertas para afuera intentaba que no se notase pero Gorka, su marido, cada vez era más consciente del cambio. 

Él era todo lo contrario, tranquilo, extrovertido y apenas se preocupaba por el horario. Su prioridad era disfrutar del momento sin pensar en el día siguiente y mucho menos en el trabajo. Tenía un sueño profundo por lo que  muchos días era Laura la que le avisaba, a menudo llegaba tarde a trabajar, no más de 5 minutos pero apuraba hasta el último segundo para dormir, la mayoría de días se iba sin desayunar. Pasaba su jornada trabajando duro pero no creía que mereciera la pena dejarse la piel. Una vez que salía de su puesto de trabajo se olvidaba hasta el día siguiente. Realmente Gorka era un hombre tranquilo y paciente pero a veces, le crispaba los nervios que Laura no parara nunca. 

Eran dos personas casi opuestas pero habían crecido juntos, eran amigos de toda la vida y tenían ciertas cosas en común que les apasionaban: viajar, la naturaleza, el cine, los animales y el deporte. A pesar de ser tan diferentes la convivencia era relativamente fácil, apenas discutían porque los dos tenían un carácter amable, los dos eran buenas personas y sobre todas las cosas se querían con locura. 


Últimamente, Laura, estaba teniendo más problemas durante las horas de sueño. Lo poco que dormía tenía pesadillas recurrentes que provocaban que descansara menos de lo habitual. Se despertaba por las noches gritando, llorando o asustada mientras Gorka solía abrir un ojo durante unos segundos, le acariciaba la mejilla y acto seguido volvía a quedarse profundamente dormido. Laura se quedaba horas despierta escuchando los fuertes ronquidos de su marido hasta que ya no podía aguantar más y le zarandeaba para obligarle a darse la vuelta, aunque aquello pocas veces funcionaba. Deseaba no acordarse de sus sueños porque cada día iba en aumento su miedo a que llegara la hora de dormir, no encontraba un momento de paz. Tenía sueños repetitivos, soñaba que se le caían los dientes, que se quemaba o que había cucarachas en la cama pero su peor pesadilla era que algo o alguien entrase a casa mientras estaban durmiendo. Era un sueño tan real que cuando se despertaba tenía la sensación de oír voces, ver sombras en movimiento e incluso, podía sentir un cierto olor afrutado. A veces se escondía debajo de las sábanas como si aquella fina tela le protegiera de todos los males terrenales. Notaba cómo su corazón se aceleraba, podía escuchar su latido que retumbaba por la habitación y cómo su cuerpo se deshidrataba empapando las sabanas mientras temblaba de auténtico terror y lloraba en silencio hasta sentir el contacto de la piel de Gorka. Despacito y sin meter ruido acababa abrazándole para contagiarse de su suave y tranquila respiración. Tan sólo pasaban unos minutos hasta que su mente se despejaba y se daba cuenta que estaba segura en su habitación pero a ella le parecían horas. 
No recordaba la última vez que había tenido un plácido sueño y envidiaba la tranquilidad y el placer del dormir de su gran y único amor. Los días se le hacían eternos después de aquellas noches entre pesadillas y agotadores despertares pero cada cierto tiempo su mente y su cuerpo llegaban al límite y acababa dormida profundamente alguna noche al mes. Esas noches conseguía conciliar un sueño profundo, tranquilo que le daba paz y fuerzas para los siguientes días. 

Una noche, tras dar vueltas y vueltas durante varias horas sin encontrar la postura para dormirse le pareció escuchar el tintineo de unas llaves, se imaginó que probablemente serían las que colgaban por la parte interior de la puerta. Intentó descartar ese pensamiento, esa imagen pero le fue casi imposible. Una vez más se escondió bajo las finas sábanas, cerró los ojos intentando dormirse y buscó lentamente la mano de Gorka para sujetarla con fuerza. Le apretó con tal energía que él entreabrió los ojos e intentó calmar a su mujer con un abrazo a la vez que le susurraba, "tranquila, estoy aquí". En ese momento Laura calló en un sueño ligero, tan poco profundo que todavía podía oír la suave respiración de Gorka, incluso por un momento creyó sentir una caricia en su mejilla, algo extraña, como si la mano que le rozaba estaría cubierta por una fina tela y sin haber alcanzado todavía el descanso, le pareció vislumbrar una luz intensa acompañada de un ruido extraño, un pequeño gruñido de algo oxidado. Su sexto sentido le hizo abrir los ojos, su corazón palpitaba con fuerza, algo en el ambiente no le cuadraba, la habitación tenía un olor dulce, intenso y desconocido. Se incorporó sobre la cama para levantarse pero Gorka le sujetó por la muñeca con firmeza y le instó para que volviera a tumbarse. Ella no quería molestarle otra noche más, así que volvió a acostarse, esta vez abrazada a Gorka, asustada sin saber muy bien porqué o de qué. Le costó dormirse más de dos horas, casi poco antes de que sonara su despertador un día más. 
Esta vez le costó levantarse, más perezosa que otras veces pero comenzó su rutina diaria en el baño. Gorka seguía durmiendo así que intentó hacer el menor ruido posible y no encender ninguna luz hasta llegar a la cocina. Fue caminando a ciegas, pues solía levantarse antes de amanecer, cerró los ojos mientras caminaba en la oscuridad y una desagradable sensación le recorrió el espinazo. En cuanto encendió la luz de la cocina se despertó de golpe, aquella luz cegadora se reflejaba en todas las paredes de las inmaculadas baldosas blancas que el día anterior estaban cubiertas por electrodomésticos de última generación y que apenas habían terminado de pagar. Laura abrió y cerró los ojos varias veces como si intentara salir de un mal sueño pero no lo conseguía. Giró sobre sus pies y esta vez no tuvo reparos en encender todas las luces de su casa, ahora totalmente vacía, no quedaba nada, tan solo aquel olor dulce, afrutado, intenso y desconocido. Estaba en medio del salón cuando sin pensarlo llevó su mano hasta la mejilla para acariciársela, de repente se dirigió poco a poco a su cuarto, se metió en la cama de nuevo junto a Gorka y sin decir nada se durmió como nunca lo había hecho antes, ya no tenía miedo, también se lo habían llevado. 



miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL SUEÑO

EL SUEÑO.


Del mar, ríos y fuentes surgieron aguas que inundaron poco a poco las playas y los valles. Eran aguas limpias, cristalinas y tranquilas. Nacían de la propia tierra como si la Madre Naturaleza quisiera limpiar la suciedad que había acumulado. No dejaba de emanar agua por cada rincón, brotaba como lágrimas por los hijos malcriados que perdería.
El caos se adueñó del ser humano que ignoraba la procedencia de las aguas que pondrían fin al continuo maltrato y a su creencia de superioridad sobre la Tierra. Tan sólo aquellos que pudieran volver a vivir en armonía con la Madre sobrevivirían. Antiguas tribus, nómadas, pastores, pescadores y agricultores a la vieja usanza tendrían una pequeña esperanza para empezar de nuevo. Natura quería volver a la esencia de la vida, borrar del planeta la religión, el dinero, la corrupción, las políticas, las guerras, las enfermedades y la tecnología.
Lloraría durante días y semanas, suficiente para destruir todo aquello superficial pero no tanto como para no dar una oportunidad a los merecedores.
Los primeros en empezar a desaparecer fueron las grandes potencias ante la mirada atónita de sus presidentes, reyes, dictadores, ministros y dirigentes. China, Corea, Japón, Estados Unidos , Rusia, Oriente y Europa se ahogarían en su decrépito bienestar. Ciudades llenas de colmenas se unidirían bajo las aguas gélidas,  no habría lugar donde esconderse, seria el final y el principio de una era. Todo por lo que el ser humano había luchado, matado, vendido, sacrificado, esclavizado, corrompido sería borrado de la faz de la tierra.
Madre se coló en los sueños de los futuros herederos de su preciada tierra profetizando el inminente Armagedon.
No quería ser cruel, la tortura no iba con ella pero muchos  inocentes morirían bajo sus aguas, los mecería como una madre balancea a su hijo en la cuna preparándoles para un sueño eterno pero se ensañaría con aquellos que la habían maltratado y explotado, no daría paz a los hijos que la habían traicionado. No habría una caricia para ellos, ni un suave balanceo que calmara el terror de una muerte segura.




Emma se despertó después de un inquietante sueño premonitorio y supo el terrible fin que se avecinaba. De repente sintió la necesidad de volver a reunir a su familia y huir a la seguridad de las cotas más altas. Tan sólo tendría unas horas, tal vez un día como máximo. Tenía la mente clara y ordenada como nunca, algo que le ayudó a planificar con tranquilidad y seguridad cada pasó que daría en las siguientes 24 horas. Preparó una maleta con ropa y calzado tanto de ella como de su marido, tenía la esperanza de volverlo a ver. No le apenó dejar atrás gran parte de su armario, ya no lo necesitaría,  se alegró de deshacerse de todo aquello superficial e innecesario  que durante los últimos años le había arrastrado a dejar de ser ella misma. A pesar de las circunstancias podía sentir cierta libertad. Recogió algunos productos de aseo y medicamentos, no quería entretenerse demasiado pero sabía que en algún momento podrían necesitarlos. Por último llegó a la cocina y rápidamente decidió coger productos básicos y todos aquellos alimentos no perecederos. Estaba segura que en algún momento de su huida pasarían cerca de algún supermercado y podrían suministrarse de lo necesario. Miró a su pequeña mascota, una gatita rubia que intuía lo que iba a pasar pero se sentía tan tranquila como Emma, sabía que no la abandonaría. Tal vez ella  había compartido su sueño.
Cargó todo en su todo-terreno, era una suerte haber comprado aquel coche unos meses antes aunque Emma no estuviera de acuerdo. Todavía quedaba espacio en el maletero, lo suficiente para meter la escopeta de su marido, un par de mantas y las raquetas de nieve. Se acercaba el invierno y allí donde debía ir, lo necesitaría.

Antes de marcharse descolgó el teléfono, no había linea, la televisión hacía horas que había dejado de emitir programación y el teléfono móvil no tenía cobertura pero a pesar de eso decidió llevárselo por si acaso.  Dio un último vistazo a su casa, su hogar, todos sus recuerdos, parte de su vida impresa en fotografías y magníficos cuadros que ella misma había pintado. Tenía la esperanza que todo el trabajo creativo de los últimos 20 años se conservaría bajo las aguas. Fue el único momento en que sintió cierta pena.

 Cerró la puerta con llave, aquel gesto le hizo esbozar una pequeña sonrisa.  



Arrancó su coche, de momento no necesitaba gasolina, salió a la carretera y se puso en marcha. No había mucho tráfico y la gente seguía con sus ocupaciones, le sorprendió que se respirara tanta tranquilidad en el ambiente.
Vivían en una sociedad que se dejaba engañar por los medios de comunicación, los cuales llevaban un par de días interpretando aquel extraño fenómeno como pasajero. De momento en el país solo se habían registrado daños materiales y tres muertes en la costa sur, algo que dejó indiferente al resto. Era habitual que cada año muriesen algunas personas por inundaciones y el ser humano ya no se preocupaba por las desgracias que ocurrían tras la puerta de su casa.

Emma condujo por la gran avenida fijándose en las caras de todas aquellas personas que probablemente no volvería a ver jamás, no las conocía y en parte eso le ayudó a seguir adelante. Sabía que no podría salvar a todo el mundo y que tampoco era su cometido pero la culpa le dio una bofetada al ver un pequeño grupo de niños y niñas que jugaban alegremente en un parque. Por un momento contuvo la respiración y  sintió como su corazón palpitaba con fuerza, pisó el acelerador y siguió su camino. Durante un tiempo aquella visión fugaz le perseguiría en sus sueños durante meses.


Se dirigió a casa de su hermana, no hizo falta muchas explicaciones ella siempre había estado a su lado.
Hizo un pequeño bolso con lo indispensable y se montó en el coche. Le dedicó una pequeña sonrisa a Emma, intentaba disimular cierta preocupación e incredulidad pero no dijo nada. Dos manzanas más arriba vivían sus padres, suerte que los dos estaban en casa. Sería más difícil convencerlos, lo cierto es que la situación era de locos pero eran una familia  bien avenida así que también siguieron los pasos de sus queridas hijas.
Decidieron llevar su propio coche, debían recoger a los maridos de sus hijas en el trabajo, los dos estaban empleados en la misma fábrica. Por un momento Emma agradeció todas las casualidades que le ayudarían en su huida.
No tenían modo de avisarles así que se dirigieron fuera de la pequeña ciudad, a la gran fábrica que había dado cierta estabilidad a la familia. Consiguieron localizarlos y tras varios minutos de discusiones consiguieron que les acompañaran. Todos la miraban como si desvariara pero nadie se atrevió a llevarle la contraria.
Sabía que no la creían pero no le importó, pasara lo que pasara no quería estar sola. Lamentaba no poder hacer nada más por el resto de su familia, sus amigos y conocidos, no había tiempo y si sus seres más queridos no le creían, mucho menos el resto, estaba segura de que no se equivocaba y tenía la sensación de  que no había sido la única persona en haber recibido aquella información  a través de sus sueños.


Le sorprendió que sólo le había llevado tres horas organizarse y reunir a su familia para ponerse en marcha hacia el Norte Pirenaico que no quedaba lejos, en cierta forma quiso pensar que se iban de vacaciones todos juntos, algo que no habían tenido posibilidad de hacer nunca.
La calma no era una característica de Emma y en ese momento estaba irreconocible, tenía un gesto tranquilo y relajado a pesar de las críticas e incluso gritos de su alrededor, ella se mantenía serena y paciente, respondiendo con coherencia  y con seguridad a cada pregunta a pesar de la situación que estaban viviendo.



Desde la ventanilla del coche veían como brotaban pequeños riachuelos de agua clara en las colinas, llegaba a los campos sembrados unos meses atrás y habían creado multitud de surcos  y caminos que llegaban a las anegadas acequias de la carretera. La tierra se negaba a drenar todo aquel líquido que en pocas horas comenzaría a inundar las carreteras. Algunos animales rezagados escapaban del futuro inminente. No sólo la fauna salvaje, pudieron ver perros, gatos y otros animales domésticos que habían podido despistar a sus dueños para dejar tras de sí el refugio y calor de sus hogares y buscar un lugar más incomodo y frío pero seguro. Aquella visión picasiana enmudeció a los ocupantes del auto dándole a Emma unos minutos para pensar en su siguiente paso.
Quería hacerse con una autocaravana suficientemente grande por si las cosas se torcían y no quería pasar las primeras noches durmiendo en los incómodos coches, debía hacerlo antes de que se bloquearan todas las cuentas bancarias.
Sabía que en un futuro cercano el dinero no significaría nada, tan sólo serviría para alimentar hogueras, pero hasta ese momento tiraría de sus ahorros para asegurarse cierta comodidad en los primeros meses invernales en la transición que iban a vivir en sus propias carnes.
Estaban a pocos kilómetros de una zona comercial en la que se alquilaban caravanas y que además había un gran invernadero donde pretendía hacerse con semillas de  tomates, calabazas, alubia y pepinos asegurándose una cosecha para el siguiente verano.
No le sorprendió ver que no eran los únicos en tener el mismo objetivo, no muchos pero los suficientes para que el dueño del local se extrañase ante el número de clientela en unas fechas cercanas al Invierno y en un mismo día pero la situación le hizo esbozar una gran sonrisa pensando en la caja que haría un día tan corriente como ese. Ni siquiera le extrañó que no le preguntaran por los precios, la codicia se había convertido en una característica habitual del ser humano, todos los contratos eran ágiles y rápidos.
Emma se alegró de no ser la única con aquella visión , podía leerla en los ojos de los que allí se encontraban pero también podía ver la tristeza y la soledad de muchos de los presentes, por lo menos ella no estaba sola. No creía que mereciera la pena pasar por aquello en soledad, ni siquiera se lo había planteado, pensaba que no hubiera podido salir adelante sola, tampoco quería. Tenía la gracia de  estar rodeada por personas que priorizaban la unión familia y que además tenían un cierto punto de locura para haberla seguido en aquella aventura. 


Eligió una gran caravana, no pensaba devolverla y tal vez podrían recoger a alguien más por el camino. Era algo antigua pero cómoda y práctica, principalmente se decantó por que tuviera una pequeña cocina de gas y que estuviera equipada con todo los enseres necesarios, olvidándose de los lujos que en otra ocasión hubiera requerido. Se llevaron lo poco que quedaba en la tienda como hamacas, una mesa, un cenador, camping gas, pequeñas cazuelas y un montón de cerillas.           

A la salida vieron un grupo de niños y niñas que jugaban entre ellos bajo la tierna mirada de un grupo de madres y padres esperando a que saliesen sus conyujes o familiares del concesionario. Se animó ante la posibilidad de que alguno fuera de los que había visto en el parque, se sintió menos culpable.

Habían pasado unas seis o siete horas desde que se había despertado y empezaba a tener hambre así que comieron en un pequeño restaurante cerca de la carretera. Emma pensó que sería duro vivir sin ciertas comodidades y necesidades que a lo largo de la historia, sobre todo en el último siglo, el hombre se había creado pero lo importante en ese momento era sobrevivir y después ya se vería.

Volvieron a la carretera para seguir su camino, dejando atrás el coche de sus padres.

El agua ya empezaba a cubrir los orillos y parte de la carretera. Deberían ir con más cuidado a partir de ese momento.

Emma puso la radio, todavía había señal y localizó una emisora en la que se podían escuchar las últimas noticias. Se había desatado el pánico en todo el hemisferio norte, miles de muertes en las últimas horas se habían dado en las grandes ciudades. El ser humano se creía invencible y no había sabido reaccionar a tiempo. Londres, París, Moscú, Roma, Los Ángeles estaban prácticamente inundados bajo  5 metros de agua. Se había activado el protocolo de emergencia para catástrofes atmosféricas pero no daban abasto ante la magnitud de emergencias.

Conforme avanzaban se hacía mas denso el tráfico, pero no tanto como para reducir la velocidad. Habían huido a tiempo.


En un momento dado Emma miró por el retrovisor y vio la mirada triste de su marido y cuñado, dio por supuesto que pensaban en sus familias,  intentaban ponerse en contacto con ellos con los ya inútiles móviles pero de momento no podían hacer nada. Emma tenía la esperanza de que estuvieran a salvo, de hecho se dirigían a la localidad donde vivían.
Habían pasado los veranos y las vacaciones en aquel pequeño pueblo de menos de 50 habitantes,  donde los cortes eléctricos estaban a la orden del día por lo que cada casa contaba con su propio generador. Era un lugar precioso sobre una gran montaña, a la que se accedía por una serpenteante carretera mal asfaltada, rodeada de campos de cultivo y huertas cercanas a un río que durante la primavera veía crecer su caudal debido a los deshielos. La vida había sido dura en esos parajes,  aislados de las grandes urbes, olvidados por los empoderados, donde sus habitantes habían vivido de lo que ellos mismos producían pero ahora era un lugar más de retiro vacacional que otra cosa. Cada verano, Semana Santa y puentes festivos triplicaba su población y por supuesto la contaminación acústica. Los domingueros, así los llamaban los del pueblo, buscaban la tranquilidad y el silencio escapando de las ciudades pero lo único que hacían era arrastrar con ellos las prisas, el estrees y un montón de trastos innecesarios.

Tenían unas cinco horas de camino pero sabía que probablemente se alargarían un par de horas más y probablemente el tráfico se densificaría conforme pasaran la horas, además la autocaravana no se movería con facilidad por las carreteras anegadas ni por las zonas de alta montaña.
Debían hacer una parada más antes de llegar, a lo que Emma pensaba que era el final de su camino. Necesitaban recoger la cantidad suficiente de alimentos para pasar los primeros día o incluso el primer mes. Encontraron un pequeño supermercado aún abierto en un área de servicio y allí Emma lleno varios carros de latas en conserva, harinas, arroz y legumbre, azúcar, sal, aceite e incluso una cantidad ingente de chocolate, un capricho se lo podía permitir. Los padres de su marido, ya jubilados de una pequeña quesería, tenían todavía ganado, vacas, ovejas, cabras incluso gallinas, por lo que Emma paso de largo la pequeña cámara frigorífica provista de carne y se dirigió a la caja confiando que todavía quedase línea en el datáfono. Irónicamente era su día de suerte. En menos de media hora estaban de nuevo en camino.  



Pasaron por pequeñas poblaciones que ya empezaban a sufrir inundaciones. Los vecinos intentaban  evitar, sin éxito, que sus bienes mas preciados no se perdieran poniendo sacos de arena y sellando puertas y ventanas. No sabían que estaban cabando su propia tumba al aferrarse al pasado. Emma no podía entender que no se dieran cuenta que lo que estaba pasando a su alrededor era algo insólito. El agua no corría con fiereza por las calles, no había rápidos ni barro que arrastrase los coches o contenedores. Tan sólo era agua que se acumulaba como en una bañera. El nivel de agua subía milímetro a milímetro sin violencia, pero no por ello con menos peligro. Era como si toda aquella cantidad de líquido supiera cómo y dónde alojarse, era un fenómeno inexplicable e imposible según las leyes naturales pero ahí estaba, delante de sus ojos. Ya no quedaba ninguna duda de que Emma estaba en lo cierto y en ese momento sus acompañantes empezaron a asustarse  por lo que se avecinaba.



No era tarde pero se estaba haciendo de noche y ya habían dejado atrás las carreteras principales atestadas de conductores encolerizados por la lentitud del tráfico. Hubo varios momentos que incluso perdieron el control de los autos, el agua llegaba hasta los parachoques y había riesgo de patinar.

Tomaron una carretera secundaria que daría un pequeño rodeo pero que seguramente era menos transitada y transcurría por las partes más altas de las montañas. Se empezaban a ver a lo lejos, bajo una luna llena, los altos riscos del Pirineo encopetados por las primeras nieves. No les quedaba mucho y casi habían pasado lo peor. Podían ver en las carreteras mas bajas una larga cola de luces rojas  y blancas paradas, no podían localizar el principio ni el final de lo que a Emma se le antojaba como las luces de un árbol de Navidad.


Estaba cansada y decidió bajar la ventanilla para que el aire procedente del norte le refrescara y en ese momento escuchó los gritos de auxilio de las personas que se empezaban a encaramar a los techos de los automóviles. La visión era dantesca y los gritos enternecieron una vez más el alma y corazón de todos los ocupantes. Discutieron por la tentación de dar marcha atrás pero Emma tuvo la sangre fría de recordarles a todos que no podían hacer nada por ellos, de echo ellos mismos todavía estaban en peligro. Debían llegar a su destino lo antes posible.

No eran los únicos que transitaban la carretera, se veían de vez en cuando coches, caravanas e incluso todo-terrenos con remolque en los que llevaban pequeñas embarcaciones, eran los elegidos, conducían con calma pero en sus ojos estaba reflejado lo que unos minutos antes habían visto y oído todos. Emma pensó que aquella carretera era el camino a muchos destinos y el suyo cada vez estaba más cerca, sólo debían descender a una pequeña garganta para tomar una nueva carretera hasta su salvación. Aquel era el punto más peligroso y con el cansancio acumulado a Emma le empezaron a temblar las piernas, estaba aterrorizada pero no quería que los demás se dieran cuenta.



Decidió parar un momento e hizo señas a la auto caravana que le seguía para que hiciera un alto. Necesitaba estirar las piernas, tomar un poco el aire, deshacerse de aquel movimiento incontrolado de sus piernas. Todos se bajaron del coche esperando ansiosos las instrucciones de Emma, era sorprendente como  habían volcado la responsabilidad de sobrevivir en ella en pocas horas. Le miraban intentando descifrar lo que sabía y no quería decir. La gatita rubia permanecía dormida plácidamente en su trasportín y esa visión tranquilizó a Emma haciéndole pensar que todo saldría bien. Si la gata intuía que no había peligro ella podía sentirse de nuevo segura. Esbozó una pequeña y sincera sonrisa, abrazó a cada miembro de su familia intentando reconfortarles y los animó a continuar .

Arrancaron los autos, les quedaba gasolina suficiente para el resto del camino. Emma esperaba poder llegar después de medianoche pero antes, deberían pasar por la pequeña garganta surcada por las aguas torrenciales procedente de la montaña, seguramente en estos momentos y debido a las circunstancias estaría a punto de desbordarse si no lo había hecho ya.

Una hora mas tarde salieron de  la poco concurrida carretera para tomar un cruce que les llevaría hasta la foz. La carretera descendía bruscamente y se estrechaba a medida que avanzaban. Al llegar a la foz los miedos de Emma se hicieron realidad, parte del trayecto estaba inundado por agua y  barro arrastrado por la corriente.


Era un momento crucial, debían darse prisa antes de quedarse atascados en el fango. Emma decidió que debían ir lo más cerca posible de las inmensas paredes de la estrecha foz donde parecía que había menos agua. Eran tres kilómetros serpenteantes y después tomarían  un camino hacia lo alto de la montaña. Emma aceleró el todo-terreno para enfrentarse a la corriente y por un momento las ruedas se deslizaron de forma que perdió el control,  parecía precipitarse al barranco enfurecido pero reaccionó rápidamente evitando un trágico final. Pudo enderezar las ruedas en el último segundo, respiraba de forma agitada, el corazón le latía con fiereza e intentó calmarse para poder centrarse en salir de allí cuanto antes. Apenas podía ver la carretera pero siguió adelante,  les quedaban unos pocos metros para salir de aquella trampa mortal. Podía ver por el retrovisor la cara desencajada de su madre desde la caravana que se intentaba pegar al todo-terreno para evitar el embiste del torrente.

Una vez que tomaron el cruce Emma volvió a respirar con normalidad y el silencio que había inundado el coche desapareció. Todos gritaban palabras sin sentido primero reprochándole a Emma la osadía por haber puesto de aquella manera sus vidas en peligro y después animándole por la manera de actuar. Pasaron del enfado a la alegría en cuestión de segundos pero Emma no les escuchaba, estaban tan cerca de su destino que el cansancio y la tensión del ultimo tramo hizo que cerrara los ojos a punto de dormirse. Dio un volantazo y paró el coche en seco, ya no podía más.

Al abrir los ojos lentamente y al mirar al frente vio las luces del pueblo donde vivirían los siguientes años. Las luces de las casas estaban encendidas y de las chimeneas salían leves hilillos de humo. Estaban todos a salvo, tan sólo deberían aprender a convivir como una gran familia. Natura les había dado una segunda oportunidad para vivir en armonía mientras las aguas se retiraban poco a poco. La Tierra estaba limpia de nuevo.



Emma se despertó después de un inquietante sueño premonitorio y supo el terrible fin que se avecinaba. De repente sintió la necesidad de volver a reunir a su familia y huir a la seguridad de las cotas más altas. Tan sólo tendría unas horas, tal vez un día como máximo. Se levantó de la cama lentamente, el agua le llegaba por las rodillas. Vivía en un cuarto piso y el terror se reflejó en sus ojos.



sábado, 28 de octubre de 2017

OTOÑO

OTOÑO


 Ha llegado el Otoño, periodo de reposo,  las hojas caen  dejando una alfombra rojiza sobre la húmeda calzada  en una noche de mar en calma y sin Luna .


Las calles están casi vacías,  apenas se escucha los pasos de aquellos que buscan refugiarse del frio.


Sólo el sónido de las viejas farolas se cuela entre las callejuelas para, alumbra con una tenue luz, el camino seguro al calor del hogar.



domingo, 22 de octubre de 2017

FLORES EN EL BALCÓN

FLORES EN EL BALCÓN



Con gran cariño y esmero, Esme y Patxi, han cuidado durante los últimos meses las flores de este precioso rincón, el cual, si ya tenía encanto antes de germinar todas las plantas, ahora está aún más bonito. 




miércoles, 18 de octubre de 2017

EL PUENTE

EL PUENTE 

Había una vez, hace mucho tiempo, tal vez cientos de años, un muchacho que vivía en una pequeña tribu escondida en un precioso bosque a los pies de los Pirineos. 
Era un joven inteligente y fuerte pero la mayor parte del tiempo se sentía incomprendido y confuso, pues  también era curioso y tenía la necesidad de explorar más allá de los límites que la tribu había impuesto . 

A menudo recorría el bosque hasta las fronteras, allí se quedaba acurrucado intentando averiguar qué habría tras la espesura del bosque. Nunca se atrevió a sobrepasar los límites, ya que las historias y leyendas que contaban los más mayores, incluían seres crueles y malvados que no dudarían en arrebatarle su preciada vida, además, el miedo que tenía a perder la protección y el calor de su hogar si desobedecía las leyes, era más fuerte que su curiosidad.

Hasta que un día, encontró el valor suficiente para enfrentarse a lo desconocido y  adrentarse en una parte del bosque alejada y deshabitada.
Cada sonido ponía en tensión todos los músculos de su cuerpo, sus ojos abiertos parecían que se salían de las órbitas y su corazón intentaba salir de su pecho en cada latido, pero él no se amedrentó, siguió dando pequeños y seguros pasos que le llevaron al borde de una inmensa y profunda garganta por donde transcurría un feroz río.

Allí se quedó como tantas otras veces había hecho en los límites del territorio de su segura aldea. Acurrucado y pensativo, quería ver qué había más allá de la garganta, había llegado tan lejos que no quería parar. 

Entonces tomó la decisión de volver a su casa para contar lo qué había visto, a pesar de la decepción que sentirían sus seres queridos y de las consecuencias que sus actos le conllevarían.

Todos los habitantes de la pequeña tribu le miraron atónitos y tan sólo el más anciano y sabio se acercó lentamente al joven, a la vez que una sonrisa de profundo orgullo se reflejaba en su cara y acto seguido le dió una leve palmada en la espalda. 
Allí mismo, delante de todos, el viejo sabio contó cómo su familia había guardado un gran secreto generación tras generación, lo cierto es que más allá de los límites impuestos no había ningún ser infernal, ni peligroso, tan sólo se esperaba que un día apareciera alguien tan valiente e inteligente que fuera capaz de desafiar las normas y leyes pero tan juicioso que también  fuera capaz de asumir las consecuencias.

Y fue así como, gracias al joven muchacho, todos los que quisieron pudieron salir de su pequeña jaula dorada y construir juntos un gran puente colgante que les llevara más allá de la profunda garganta y de sus sueños pero que también les ayudaría a regresar a la seguridad de su querido hogar más sabios e instruidos . 



domingo, 15 de octubre de 2017

RUTA A MALGORRA

RUTA A MALGORRA


Viernes 13 de Octubre, hemos decidido hacer una ruta por la legendaria Selva de Irati y parece que el buen tiempo nos va a acompañar todo el día, ya desde primera hora de la mañana la temperatura es elevada para estas fechas.
Llegamos a Ochagavía sobre las 9:30 para comprar pan y vemos que hay una gran afluencia de coches, muchos se dirigen a Irati.
Llegamos a nuestro punto de salida sobre las 10 pero hay tal afluencia de coches que nos cuesta una media hora aparcar pero a pesar de eso hemos tenido mucha suerte porque acto seguido, cierran la carretera al tráfico. La Selva no puede acoger a más coches y autobuses.
Es algo tarde para comenzar nuestra ruta circular desde la parte baja de las casas de Irati hasta el alto de Malgorra, una ruta que Alberto H., hoy nuestro guía, se ha descargado de Wikiloc. Aproximadamente son unos 17,5 Km, unas 7 horas.
Tras 1 km andando por la pista, nos adentramos por el bosque de Hayas, todavía con algunas hojas verdes que van tomando un color dorado, rojo y naranja.  Andamos sobre una alfombra de hojas secas y el poco viento que hace, mece las ramas empujando a las hojas más viejas a  volar sobre nuestras cabezas.


El sonido de nuestros pasos y el fuerte aroma del musgo mitigan el esfuerzo de las empinadas laderas que subimos bajo el sofocante calor.


Tras tres km hacemos un pequeño descanso, yo estoy empapada en sudor, con unos tragos de agua y vino, algo de fruta y frutos secos retomamos la ruta.



Otros 5,5km más y llegamos al alto de Malgorra, no sin gran esfuerzo.


Es el momento de comer y retomar fuerzas para el regreso, que sinceramente espero sea mas liviano ( ¡ Que inocente! ) Nos queda un buen trecho, así que no nos demoramos demasiado y retomamos nuestro camino.
Para mi alegría empezamos bajando una fuerte pendiente, para acto seguido volverla a subir por la siguiente ladera.... Buuuuf.... Después de comer esto no es sano pero pasito a pasito vamos avanzando, yo bastante más despacio que los demás, lo que hace que tengan que esperarme para que no me pierda, algo que agradezco muchísimo.
Llegamos al embalse Koixta y volvemos a hacer un descanso, yo no me movería pero todavía quedan 5,5 km. De nuevo nos ponemos en marcha y con un último esfuerzo pasamos entre Hayas, helechos y una preciosa campa hasta llegar a la Ermita de la Virgen de las Nieves y de ahí al bar, en el que, tras 5,5 horas disfrutamos de unas merecidas cervezas y refrescos. 
Volvemos a Ochagavía a  tomar algo en los concurridos bares y terminar un día, en el que me duelen hasta las pestañas pero que ha merecido la pena.