EL SACO
Hace muchos años, en una hermosa aldea donde todos los habitantes vivían en armonía, llegó desde muy lejos un viejo comerciante que había viajado por todo el mundo y vendía artículos de todo tipo. Uno de esos extraños productos era un diminuto saquito de tela que escondía un gran secreto, aunque era pequeño, en el podías guardar todo lo que quisieras, ya que conforme se llenaba iba creciendo y creciendo sin fin.
A un joven de la aldea le pareció interesante aquel curioso artículo y por tan sólo unas monedas se hizo con el. El comerciante le insistió que era una gran adquisición si sabía utilizarla correctamente, pero conllevaba también una responsabilidad, ya que debía cerrarlo cada vez que lo usara porque si no lo hacía, seguiría creciendo tanto el saco como lo que contenía.
El protagonista de esta historia se fue a su casa tan contento por haber conseguido lo que para el parecía un tesoro. Lo guardó en un pequeño cajón pensando el uso que le podría dar pero pasado un tiempo se olvidó de el.
Los siguientes meses el joven trabajó duramente pero el poco tiempo que tenía libre lo disfrutaba con sus amigos y su familia. Lo cierto es que era un muchacho muy sociable, hablaba con todo el mundo, siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás ya que tenía un gran corazón.
Un día , después de trabajar en el campo, volvió a su casa y se encontró la puerta abierta, al entrar vio que alguien le había robado gran parte de sus pertenencias, todo por lo que había luchado había desaparecido. Jamás pensó que alguien pudiera robar en aquella aldea donde todos se conocían y en ese momento empezó a dudar y a sospechar de sus propios vecinos. Desde ese día ya no los trato igual, estaba convencido de que había sido uno de ellos y lo cierto es que no se equivocaba, ya que en pocas semanas descubrió que el ladrón no sólo había sido su vecino más cercano sino que además era su mejor amigo. Aquello le lleno de tristeza, decepción e ira. El joven dicharachero empezó a ver el mundo con desconfianza, en su corazón había germinado la sombra del odio. Ya no salía tan a menudo de su casa y siempre que lo hacía la cerraba a cal y canto, ya no saludaba a todos como antes y empezó a sospechar que todos estaban en su contra.
Un día, ordenando su casa, encontró el pequeño saco que había comprado unos años antes al viejo comerciante y se le ocurrió guardar en él algunos de los sentimientos que le estaban corroyendo el alma. Guardó la tristeza, la desconfianza y la ira que con el tiempo habían crecido dentro de él. Al principio parecía no caber, pero enseguida vio como crecía sin problemas. El muchacho se sintió algo más aliviado y dejó de nuevo el saco en un armario, ya que no cabía en el cajón pero se olvidó de cerrarlo y el saco y todo lo que contenía se fueron haciendo cada día mas grande.
Pasaron los años y el muchacho se convirtió en un hombre, había perdido parte de su alegría, su carácter se había agriado con el tiempo y muchos de los amigos que tenía los había perdido por culpa la desconfianza y el orgullo.
Este pequeño cambio en solo una persona afectó a todos ,ya que contagió la tristeza, odio e ira a todos los habitantes de la aldea. Los rumores empezaron a correr por las calles haciendo lo mejor que saben hacer, destrozar amistades a través de las mentiras. A nadie se le ocurrió pensar que no eran ciertos, simplemente aceptaban que lo que uno decía, que había dicho el vecino, que se lo había oído decir al de la esquina era una verdad como una catedral.
Pasaron los años y la relación de los habitantes de la aldea comenzó a ser complicada, había discusiones, peleas e incluso había familias que habían dejado de hablarse.
El personaje de nuestra historia ya empezaba ha estar mayor y la sombra que años antes había germinado en su corazón había crecido de tal manera que lo había convertido en un viejecito huraño y solitario al que nadie hablaba ya. Llegó un tiempo en que apenas salía de casa, la desconfianza era tal que no se atrevía a cruzarse con nadie, pasaba las horas ordenando sus viejos trastos y un día al abrir un armario se encontró con un gran saco abierto, rebosante de odio, ira y tristeza, tan grande que ocupaba todo el armario. Entonces recordó qué era, su pequeño saquito en el que había guardado parte de sus sentimientos pero que había olvidado cerrar dejándolo que crecieran, crecieran y crecieran, aumentándose unos a otros. Intentó cerrarlo pero ahora era tan grande que no tenía suficiente fuerza para estirar de las cuerdas que lo cerrasen...
.... ¿Que creéis que pasó ? Ayudarme a encontrar el final.
Puede, que como no consiguiera cerrar el saco, se le ocurriese sacar el odio, la ira y la tristeza para hacerles frente y entonces el saco volviese a hacerse de nuevo pequeño, ablandando el corazón del viejo que pudo encontrar la fuerza para perdonar y pedir perdón.
O puede que no consiguiese cerrar el saco, ni se le ocurriese sacar nada de el, y siguió y siguió creciendo tanto que en día era ya tan grande que el viejo cayó dentro y el odio lo devoró sin que nadie lo echara de menos.
O puede que consiguiese cerrar el saco y viviese el resto de sus días solo y amargado, recordando que los tiempos pasados fueron mejores.
A un joven de la aldea le pareció interesante aquel curioso artículo y por tan sólo unas monedas se hizo con el. El comerciante le insistió que era una gran adquisición si sabía utilizarla correctamente, pero conllevaba también una responsabilidad, ya que debía cerrarlo cada vez que lo usara porque si no lo hacía, seguiría creciendo tanto el saco como lo que contenía.
El protagonista de esta historia se fue a su casa tan contento por haber conseguido lo que para el parecía un tesoro. Lo guardó en un pequeño cajón pensando el uso que le podría dar pero pasado un tiempo se olvidó de el.
Los siguientes meses el joven trabajó duramente pero el poco tiempo que tenía libre lo disfrutaba con sus amigos y su familia. Lo cierto es que era un muchacho muy sociable, hablaba con todo el mundo, siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás ya que tenía un gran corazón.
Un día , después de trabajar en el campo, volvió a su casa y se encontró la puerta abierta, al entrar vio que alguien le había robado gran parte de sus pertenencias, todo por lo que había luchado había desaparecido. Jamás pensó que alguien pudiera robar en aquella aldea donde todos se conocían y en ese momento empezó a dudar y a sospechar de sus propios vecinos. Desde ese día ya no los trato igual, estaba convencido de que había sido uno de ellos y lo cierto es que no se equivocaba, ya que en pocas semanas descubrió que el ladrón no sólo había sido su vecino más cercano sino que además era su mejor amigo. Aquello le lleno de tristeza, decepción e ira. El joven dicharachero empezó a ver el mundo con desconfianza, en su corazón había germinado la sombra del odio. Ya no salía tan a menudo de su casa y siempre que lo hacía la cerraba a cal y canto, ya no saludaba a todos como antes y empezó a sospechar que todos estaban en su contra.
Un día, ordenando su casa, encontró el pequeño saco que había comprado unos años antes al viejo comerciante y se le ocurrió guardar en él algunos de los sentimientos que le estaban corroyendo el alma. Guardó la tristeza, la desconfianza y la ira que con el tiempo habían crecido dentro de él. Al principio parecía no caber, pero enseguida vio como crecía sin problemas. El muchacho se sintió algo más aliviado y dejó de nuevo el saco en un armario, ya que no cabía en el cajón pero se olvidó de cerrarlo y el saco y todo lo que contenía se fueron haciendo cada día mas grande.
Pasaron los años y el muchacho se convirtió en un hombre, había perdido parte de su alegría, su carácter se había agriado con el tiempo y muchos de los amigos que tenía los había perdido por culpa la desconfianza y el orgullo.
Este pequeño cambio en solo una persona afectó a todos ,ya que contagió la tristeza, odio e ira a todos los habitantes de la aldea. Los rumores empezaron a correr por las calles haciendo lo mejor que saben hacer, destrozar amistades a través de las mentiras. A nadie se le ocurrió pensar que no eran ciertos, simplemente aceptaban que lo que uno decía, que había dicho el vecino, que se lo había oído decir al de la esquina era una verdad como una catedral.
Pasaron los años y la relación de los habitantes de la aldea comenzó a ser complicada, había discusiones, peleas e incluso había familias que habían dejado de hablarse.
El personaje de nuestra historia ya empezaba ha estar mayor y la sombra que años antes había germinado en su corazón había crecido de tal manera que lo había convertido en un viejecito huraño y solitario al que nadie hablaba ya. Llegó un tiempo en que apenas salía de casa, la desconfianza era tal que no se atrevía a cruzarse con nadie, pasaba las horas ordenando sus viejos trastos y un día al abrir un armario se encontró con un gran saco abierto, rebosante de odio, ira y tristeza, tan grande que ocupaba todo el armario. Entonces recordó qué era, su pequeño saquito en el que había guardado parte de sus sentimientos pero que había olvidado cerrar dejándolo que crecieran, crecieran y crecieran, aumentándose unos a otros. Intentó cerrarlo pero ahora era tan grande que no tenía suficiente fuerza para estirar de las cuerdas que lo cerrasen...
.... ¿Que creéis que pasó ? Ayudarme a encontrar el final.
Puede, que como no consiguiera cerrar el saco, se le ocurriese sacar el odio, la ira y la tristeza para hacerles frente y entonces el saco volviese a hacerse de nuevo pequeño, ablandando el corazón del viejo que pudo encontrar la fuerza para perdonar y pedir perdón.
O puede que no consiguiese cerrar el saco, ni se le ocurriese sacar nada de el, y siguió y siguió creciendo tanto que en día era ya tan grande que el viejo cayó dentro y el odio lo devoró sin que nadie lo echara de menos.
O puede que consiguiese cerrar el saco y viviese el resto de sus días solo y amargado, recordando que los tiempos pasados fueron mejores.
Hola :)
ResponderEliminarPues el final que más me gusta es el siguiente:
que no consiguiera cerrar el saco, se le ocurriese sacar el odio, la ira y la tristeza para hacerles frente y entonces el saco volviese a hacerse de nuevo pequeño, ablandando el corazón del viejo que pudo encontrar la fuerza para perdonar y pedir perdón.
Gracias por compartir tu blog, es genial!!!
Sacar la tristeza, ira, odio...son emociones que NUNCA hay que guardar.Cuando te liberas de ellas, vuelves a ser libre!!!
ResponderEliminarEl mejor final es aquel que libera el alma de sentimientos negativos, así que apoyó el sacar todo lo malo fuera y destruirlo y llenar el saco de alegría, felicidad y amor, gracias por tus bellas historias me alegran, enseñan yo hacen pensar mil gracias
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