viernes, 17 de julio de 2020

RASCA QUE TE RASCA


RASCA QUE TE RASCA


Abanico en mano, espero que llegue la noche y con ella, por fin, desaparezca este calor infernal y la humedad que empapa mi cuerpo y la fina tela que lo envuelve.

Abro las ventanas, deseosa por sentir una suave brisa que refresque mi alcoba mientras me esparzo sobre la cama ocupando el mayor espacio posible, procurando no tocarme a mí misma. Siento como cada poro de mi piel exsuda sin parar y pienso que en cualquier momento me derretiré dejando un charco de agua, grasa y huesos.

Estoy agotada a pesar de no haber hecho nada, tan solo respirar este aire tórrido con sabor a tierra y a sal de mi propio cuerpo. Pero por fin este fogoso día se acaba y entro en letargo, en un duermevela hasta que de pronto lo oigo. Parece lejano, suave. Un leve zumbido, un aleteo frenético de un insignificante vampiro. Se ha abierto la veda y es la hora de cenar. Un diminuto y hambriento mosquito se ha colado por mi ventana y tengo la certeza que va a fustigarme una y otra vez hasta que se harte, reviente o acabe con él.

Pienso, erróneamente que, si no me muevo, no conseguirá localizarme, como si fuera un tiranosaurio rex invisible, pues no consigo verlo por mucho que lo oiga.  Pero me huele, olfatea cada parte de mi piel expuesta, me encuentra como lo hace un león con su presa. 

Dejo de escucharlo un par de minutos y entonces lo siento. Ese picor intenso sobre mi tobillo, ha comenzado su particular banquete. Tobillo, nuca, brazo, rodilla, otra vez nuca. No se cansa de mi cogote y no consigo atraparlo.

Acaba tan harto que baja la guardia y consigo verlo. Doy una palmada en el aire intentando exterminarlo, y después otra y otra. Me siento ridícula ante este liliputiense ser que me devora frente a mis narices y yo, aun así le hago palmas. Pero con mi último aplauso he conseguido acabar con él. Victoria.

Ahora toca lamerse las heridas, pequeños pero insufribles mordiscos, picotazos que van tornando color grana, tomando volumen, tensando y calentando mi piel como respuesta alérgica.

Mis escudos hoy han fallado. Ni la mosquitera, ni la citronela, ni el insecticida, ni la pulserita, ni el antimosquitos han conseguido frenar al ya fallecido pero voraz chupóptero. Sé que me espera una noche de rasca que te rasca, hasta que el antihistamínico me deje K.O. pero hasta ese momento no hay crema, ni vinagre, ni amoniaco que me unte, que calme este picor. Quisiera pasarme una lijadora por la nuca y abrir con un bisturí los picotazos de las piernas hasta que salga el veneno que llevo dentro.

Acabo dormida después de un rato de tortura, pero sigo rascándome entre sueños.

Cuando llega el nuevo día, intento desperezarme poco a poco, apenas puedo abrir los ojos. Me dirijo a la ducha, un buen baño de agua fresca me despertará y calmará las picadas. Al mirarme en el espejo, y por lo poco que puedo ver, parece ser que había más invitados al banquete y han decidido cebarse con mi cara con premeditación, nocturnidad y alevosía.

Hoy no me queda otra que pasar un nuevo día bochornoso embadurnada en cremas y adormecida por los anti alérgicos, pero la próxima noche, sacare la artillería pesada. Dormiré dentro de mi cama, protegida por un escudo seguro, la sabana.

miércoles, 8 de julio de 2020

SER HUMANO


SER HUMANO


Paseo por los verdes y vivos márgenes de un barranco, donde el cauce discurre encolerizado, erosionando, puliendo la dura roca y creando sublimes cascadas que caen sobre pequeños estanques, donde el agua cristalina reposa unos instantes, para continuar su camino poco después y finalizar su aventura en un enorme pantano.

El ser humano tiene la capacidad de realizar increíbles actos de bondad, imaginar lo inimaginable, crear civilizaciones y transformar el mundo a su antojo, pero por desgracia, también es capaz de actuar de la forma más malvada, horrible, egoísta y enfermiza, de destruir, aniquilar y exterminar allí por donde pasa.

A veces, me pregunto qué habría pasado si el hombre no hubiera evolucionado, si simplemente no hubiera sido capaz de erguirse, de liberar sus manos, si no hubiera descubierto el fuego, no hubiera concebido la agricultura, descubierto la electricidad, inventado la bomba atómica, los laboratorios, la tecnología… y llego a la triste conclusión de que tal vez, en vez de ser una raza superior e inteligente , simplemente creemos que lo somos actuando como tal, como una plaga que llega y arrasa. Nos hemos convertido en la enfermedad de este planeta, al que explotamos, modificamos y deterioramos sin remordimiento, mientras otros lo admiran, lo exploran, lo estudian, lo protegen y lo defienden pensando que la tierra nos necesita, cuando lo cierto, es que nuestra propia vanidad nos impide reconocer que somos nosotros la que la necesitamos, pues nos alimenta y nos da cobijo a cambio de nada
.
En un próximo futuro, cuando la raza humana se autodestruya hasta llegar a la extinción total a través de las guerras, políticas económicas, enfermedades letales y contaminación, la vida en la tierra continuará sin nosotros, la naturaleza se repondrá como solo ella sabe, a su manera, libre del vasallaje, opresión y esclavitud. Nosotros caeremos en el olvido, dejaremos de ser la causa del desequilibrio, dejaremos de ser invasores, colonizadores, pobladores de algo que no nos pertenece, pues somos lo que sobra en la tierra, somos un fallo en la mutación de la evolución que nos han convertido en parásitos, somos El Ser Humano.



viernes, 3 de julio de 2020

BLANCA ROSA


BLANCA ROSA


Amanece, y el rocío ha cubierto una sublime rosa blanca que despierta, tupida y vigorosa, ante un sol radiante de verano. Emana un intenso perfume, cautivador y seductor para diminutos seres, que se sustentan de su dulce y placentero néctar entre los delicados pétalos de terciopelo inmaculado.

Protegida por finas espinas, pasan los días, y poco a poco se despide, sabiendo y aceptando que está llegando su final. Apacible y suavemente, los pétalos se desprenden y descienden planeando hasta la hierba, dejando sobre ella, una alfombra nívea e impoluta. 

Ha desaparecido la hermosa rosa del rosal, pero deja tras de sí, el recuerdo de una dulce y refinada fragancia en mi jardín.