jueves, 25 de julio de 2019

CULPAMÍA



Tiendo a imaginar en ponerles rostro a algunos sentimientos humanos, que a veces me cuesta asimilar, es algo que me ayuda enormemente a vivirlos con cierta normalidad, aunque suene un poco extraño.
Una de esas emociones, es la culpabilidad, que ha estado muy presente en mi vida durante muchos años y que me ha perseguido como una sombra, atemorizándome en cada rincón por situaciones que yo misma conjeturaba: culpable por no ser mejor persona, por no ser más inteligente o culta, por no ser mejor en mi trabajo, por no ser mejor mujer, por comer en demasía, por tantas y tantas cosas, que ya por suerte y muchísimo trabajo personal, casi ni recuerdo. Aquí queda mi homenaje a La Culpa

CULPAMÍA

Alta y espigada, Culpamía, es una anciana de piel arrugada y pálida como la porcelana, que aparece en mi camino más a menudo de lo que yo quisiera. Es silenciosa, apenas habla entre susurros, rebelándome secretos propios que me atormentan. Tiene un semblante triste, jamás la vi sonreír, de ojos caídos y profundos, capaces de ver a través de mí para juzgarme sin compasión. Sus pómulos marcados, y su cabello plateado recogido de forma elegante, le dan un aire noble. Siempre la encuentro envuelta en un fino vestido negro que le cubre por completo, dejando distinguir un cuerpo enjuto, esquelético, con manos finas, bien cuidadas, de largos dedos y uñas pulcras. A veces, noto el leve tacto de su mano en mi nuca y siento el frío gélido de su piel recorriéndome el espinazo. Otras veces, siento su aliento susurrándome suavemente en mis oídos con su voz ligera como el viento, pero afilada como un puñal, de ritmo lento y melodioso, que acaba por meterse y asentarse en mi cabeza acusándome una y otra vez. Es sabia, pues conoce las palabras exactas para aterrorizarme y a pesar de ser una anciana, su memoria es infinita, no hay nada que no recuerde, ya que no logra olvidar.
A veces ni siquiera la veo venir, se acerca sigilosa, escondida tras de mí, como un fantasmagórico espectro para después, desaparece tal y como ha llegado. Otras veces me persigue y por mucho que pretenda huir, ella puede ser más rápida de lo que jamás logré imaginar. Es ágil, a pesar de su aspecto, sus largos pasos gráciles, apenas rozan el suelo, es imposible eludir su presencia.  He intentado enfrentarme a ella, echarla de mi camino, repudiarla, ignorarla, incluso, en muchas ocasiones, la he empujado a conocer otras personas, pero sabe cómo encontrarme nuevamente.
Su manifestación siempre acaba por agotarme, así que hoy he decidido dirigirme a su persona y me ha confesado que se siente sola, que hace tiempo perdió a Miperdón, compañero en el viaje de su vida. Ella cree que lo tengo secuestrado en mi corazón, encadenado y agonizando, apenado por su aislamiento y por mi condena, así que, Culpamía, lleva años intentando librarle, pero yo siempre la he relegado, exiliado, maltratado y abandonado, incluso he huido intentando esquivar su presencia, pero ella está ligada incondicionalmente a su amor por Miperdón.  Así que he escudriñado, registrado, rebuscado, examinado y escarbado, en lo más profundo de mí, para encontrarlo asustado en la oscuridad, pues un día entró a curiosear y mis miedos y fantasmas lo encarcelaron. Solo una fina voz era su alimento, su amiga y eterna pareja, que luchaba contra viento y marea por abrir una puerta, una ventana, una salida por donde salvar a Miperdón.
Hoy le he devuelto su preciada libertad y he visto como Culpamía y Miperdón se han fusionado en un fuerte e íntimo abrazo para después marcharse unidos de la mano. Desde lo lejos me han saludado sonriente y me han asegurado que nos volveremos a encontrar.

miércoles, 17 de julio de 2019

Y SI...


Y SI…

Vivimos bajo la influencia del principio de la frase “y si…”, tanto en tiempo pasado como en futuro, condicionados por el deseo de cambios en un pasado caduco e inmutable y un porvenir venidero e incierto, viviendo a la sombra de posibles recuerdos imaginados y futuras quimeras, relegando y castigando a un presente real, inconscientes de que es el más innegable, tangible y autentico. 

Una de las aspiraciones humanas es vivir mejor, progresar hasta llegar a la “felicidad”, indiscutible meta para todas las personas, pasando por alto que la vida no es una carrera, sino un camino en el que todos y todas acabamos, antes o después, del mismo modo, en un final sin retorno, y aun así seguimos perdiéndonos en ensoñaciones que nos hacen dilapidar un tiempo único y meritorio que no regresará, pues vida que pasa nunca vuelve, ni volverá.

Nos atormentamos con las decisiones tomadas en el pasado, que creemos asegurar, de forma incierta, que nos habrían llevado a otro maravilloso camino de baldosas amarillas, camino, trayecto, sendero o vía que realmente pudimos tomar, pero no quisimos o no nos atrevimos.

Y si hubiera estudiado otra cosa, y si hubiera dicho que si a ese trabajo, y si no hubiera tomado la última copa, y si hubiera salido antes, y si hubiera estudiado más, y si le habría dicho tal cosa, y si hubiera estado allí, y si hubiera y si y si …. Son muchos los “y sis” que decidimos por nosotros mismos, sin que nadie, ni nada, nos hayan obligado a punta de pistola, aunque siempre responsabilicemos a otros o a la situación del momento. Llegamos incluso, a dejar de valorar nuestras determinaciones, tanto las buenas, que nos han llevado a los logros más importantes de nuestra vida, como las catastróficas de las que aprendemos grandes lecciones para el resto de nuestros días, pero nos enclaustramos anhelando vidas imaginarias donde nada malo, nada doloroso nos pueda pasar, donde no cometemos errores y todo son flores, corazones y bombones.

Lo cierto es que las decisiones del pasado son las que son y debemos aceptarlas, asimilarlas y convivir con ellas, pues hacen que seamos quienes somos, mejores o peores, con nuestras principales cualidades y con nuestros defectos.

Los increíbles “y sis “ del futuro, son aquellos que nos motivan a luchar, a esforzarnos por lo que realmente queremos y son los que nada, ni nadie puede impedir. Pero existen aquellos “y sis” malignos: dudas y miedos que nos conducen a vaticinar, augurar, pronosticar, profetizar y conjeturar catastróficas consecuencias, que ciertamente las hacemos realidad inconscientemente, nos hacen sufrir doblemente, antes de que ocurran y cuando suceden.

Y si me despiden, y si me dejan solo, y si me hago daño, y si no puedo, y si lo hago mal, y si, y si… Nos convertimos en auténticos videntes y pitonisas que aseguran el peor de los futuros, las peores desenlaces y efectos colaterales que podemos imaginar pues a imaginar, inventar y delirar somos los mejores.

Como las maquinas del tiempo no existen en la actualidad, mi consejo como antigua gran especuladora de inútiles, inservibles e improductivos “y sis”, es que vivas el presente: Queda con tus amigos, amigas, pareja, hijos o hijas, viaja, lee, pinta, canta y baila, haz deporte, come, y duerme, lucha por lo que quieres, huye de lo que te hace daño y pide ayuda cuando la necesites, no mires tanto al pasado y al futuro porque es y será lo que tengan que ser.


martes, 16 de julio de 2019

UN DÍA EN EL RÍO


UN DÍA EN EL RÍO


Colchonetas con forma de pingüino, unicornio, cocodrilo, ballena, cangrejo y donuts, barcas hinchables, hinchadores, manguitos, flotadores y chalecos, remos, cazamariposas, mascaras para snorkel, gafas de bucear, neopreno, bañador, bikini toalla, esterilla y pareo, cubos, palas y rastrillos, pelotas, balones y palas, sombrillas, mesas, sillas y hamacas, camping-gas, cazuelas, cámara, hielos, vasos, cubiertos, platos, comida y bebida, sandalias, chanclas y zapatillas, libros, pasatiempos , pistolas de agua y cartas, mochilas, bolsos de playa, maletas, carritos y bolsas de plástico para quién las use. Todo esto para pasar un día caluroso a las orillas del río.
¿Dónde quedan los días en los que no nos hacía falta más que enfundarnos una toalla al cuello, un bocata de chorizo pamplonica y unas zapatillas viejas para divertirnos? Nunca he pensado que tiempos pasados fueron mejores, pero desde luego éramos capaces de recrearnos con mucho menos, las piedras, las ramas, el barro y el agua eran más que suficientes para deleitarnos con un día de verano que quedara para siempre en la memoria.

jueves, 11 de julio de 2019

NOCHE DE VERANO

UNA NOCHE DE VERANO

El astro rey se ha ocultado ya, dejando a su paso un ambiente asfixiante, pero la noche llega para suavizarlo. Las farolas de la calle hoy no funcionan y con la ventana abierta escucho el eco de la penumbra.
Una delicada ráfaga de aire, trae consigo el canto del autillo, silbando, llama a sus compañeros, que se unen a él  durante las primeras horas nocturnas en un canto rítmico, regular, en el que uno pregunta y otro responde.
Salgo al balcón, la noche es cerrada, hoy la luna se ha tomado un respiro y puedo regocijarme de un espectáculo celestial. Miles de estrellas brillan con vigor sobre mi cabeza, dejando la vía láctea a la vista de mis ojos, absortos por semejante presente.
Siento a mi alrededor el aleteo de los murciélagos buscando alimento y cuando consigo acomodarlos a la negrura, puedo ver sus ágiles y fugaces bailes, puedo escuchar su sonar al rebotar con los elementos.
Después de un largo día en el que el sol ha brillado con demasiada intensidad, mi cuerpo se deja envolver por el aire fresco y la piel responde en cuestión de segundos erizándose. Sentada en la oscuridad, advierto el siseo de los mosquitos buscando saciar su sed. Pasada ya la media noche, escucho el trinar de un ruiseñor, apostado en la cercanía, junto con el croar de las ranas que me invitan a dormir al raso, pues cuando el ser humano calla, la vida canta entre las sombras y consigue que el sueño me venza en una noche de verano.

lunes, 8 de julio de 2019

VACACIONES PERMANENTES


VACACIONES PERMANENTES



Era uno de Julio cuando Natalia se despertó y optó por que aquel primer día, de lo que llamaba “vacaciones permanentes” sería especial, un día para reflexionar sobre su inesperada situación.
Le quedaban tan solo un par de años para jubilarse y empezar a hacer todas las cosas que había postergado durante los últimos 20 años, los cuales se había dedicado íntegramente a su trabajo, ser la mejor comercial de una pequeña empresa de productos higiénicos de la autonomía. Inesperadamente, su contrato había finalizado de un día para otro: “Tu labor en esta empresa ha sido muy valiosa, pero creemos que lo mejor para todos, en estos momentos, es dar paso a alguien más agresivo, más competitivo y más joven”
Aquella última palabra se le clavó en el pecho como un cuchillo recién afilado. Ella, tan correcta, tan sonriente, la que había dirigido las campañas más controvertidas de la empresa, sin dudarlo, los mando a la mierda sin pensarlo dos veces. Ahí tenían a la “vieja” Natalia más agresiva y competitiva.
Ese uno de Julio, esas “vacaciones permanentes” habían llegado antes de lo previsto y debía pensar que sería de ella de ahí en adelante. Era un día demasiado bochornoso, como la última quincena, apenas se podía respirar en la calle. Había llegado una ola de calor sin precedentes, acompañada de una nube de polvo en suspensión que había viciado el aire ya de por si contaminado de la ciudad. Natalia pensó buscar refugio y recordó que, siendo una niña, solía pasar las tardes más tórridas en una pequeña balsa de agua cerca de los Pirineos, no quedaba muy lejos, así que cogió su coche y allí se dirigió.
Descubrió nada más llegar que el tiempo también corría para sus recuerdos, donde había antiguamente un estrecho camino, ahora había un cuidado aparcamiento vacío.
Al bajar del coche, sintió una fuerte bofetada de calor y por un momento pensó en volver a esconderse en su vehículo, a la vera del aire acondicionado, pero ese día realmente necesitaba que fuera especial, así que con decisión tomo su “vieja” pero útil mochila para dar un paseo por la zona. A pocos metros se enfrentó de nuevo a sus recordaciones, aquella balsa improvisada se había convertido en una piscina fluvial de aguas frías y cristalinas, rodeada por pequeñas campas bien arregladas, donde seguramente, las familias acudirían en masa los fines de semana.
El sol arremetía con fiereza y Natalia se encaminó hacia un sendero que le llevaría a una pequeña Foz, una garganta escarpada a lo largo de los años y siglos por un arroyo, allí creía que encontraría un lugar donde reflexionar, donde encontraría respuestas.
Se quedó estupefacta al comprobar que los alrededores de la cuidada alberca estaban repletos de desperdicios: toallitas, papeles, plásticos, compresas, irónicamente productos que ella misma podría haber vendido un tiempo atrás, todo ello acompañado de miles de moscas y mosquitos, que acudieron en masa a darse un banquete a costa del cuerpo de Natalia que en segundos aceleró su paso, huyendo del olor a excremento y de los vampiros que querían succionarle la sangre.
El calor era constante y no había una sombra donde refugiarse. A cada paso que daba, notaba como pequeñas gotas de sudor le resbalaban por la frente y la nuca. Su boca pedía gritos agua, parecía que caminaba por un desierto y al mirar a su alrededor vio que la propia tierra clamaba auxilio. Las pequeñas flores que habían germinado estaban a punto de marchitarse y solo se escuchaba el canto incesante e intenso de las chicharras que ocultaban el sonido de sus propias pisadas al levantar polvo y tierra seca.
No llevaba caminando ni 20 minutos, cuando llegó a una pequeña bifurcación que la llevaría a su meta del día. Al tomar el nuevo rumbo se vio rodeada de árboles que le procuraron cierto alivio. El barranco al que quería llegar cruzaba el camino regando y dando vida a sus orillas. Encontró a su paso pequeñas matas de fresas silvestres y sin dudarlo un segundo, las recogió delicadamente con sus dedos para luego saborearlas lentamente, devolviéndole a su memoria reminiscencias de su niñez que creía haber olvidado.
Caminó lentamente hasta llegar a un estrecho pasillo, por donde discurría un riachuelo que había dado forma a la Foz de Benasa.  A Natalia siempre le había parecido misterioso aquel lugar, donde apenas llegaban los rayos del sol, donde la temperatura era agradable en los días más calurosos y donde el aire llevaba consigo un aroma de hierba recién cortada, mezclada con el olor a lluvia y a tierra. Allí se sentó, a tan solo 25 minutos de su coche, a escuchar el sonido del agua discurriendo entre las rocas, el trinar de los pájaros y el vaivén de sus pensamientos.
Tras varias horas, llegó a la conclusión de que sus “vacaciones permanentes y forzadas” podrían ser lo mejor que le había pasado y que todos los días podrían ser especiales, ella era la única responsable en convertirlos en únicos, tanto en un lugar tan fantástico como aquel o simplemente tirada en el sofá, era cuestión de actitud.
Con la mente fresca y aclarada regresó por donde había venido y al salir de nuevo al sendero, se encontró que el sol se había escondido tras una nube negra. Las flores, agradecidas por el descanso, parecían haber recuperado algo de vida y Natalia observó los insectos que la rondaban: preciosas mariposas marrones y naranja, blancas y negras, azules y grises, amarillas y verdes, las había de mil colores y tamaños, revoloteando y bailando alrededor de las margaritas. Abejorros, avispas y saltamontes se habían animado a recorrer el camino junto a Natalia, la cual ahora los veía con otros ojos.
Al llegar al final del sendero, sintió de nuevo el siseo continuo de las moscas y mosquitos a su alrededor, esta vez parecían querer contarle algo. Natalia los apartaba con su mano, evitando que volvieran a picarle.
Al llegar al aparcamiento pensó que ella no podía cambiar el mundo con grandes acciones, pero si podía mejorar el suyo con pequeños actos, así que buscó una bolsa en su maletero y volvió al camino a recoger todos los desperdicios que encontró, no sin sentir varias arcadas durante el proceso. Al terminar decidió darse un baño en la balsa de agua cristalinas, sola, consigo misma, para limpiarse toda aquella porquería acumulada en su piel, para calmar la desazón de las picaduras y para reactivar su cuerpo.
Estando con los ojos cerrados, flotando en el agua, disfrutando de su día especial, comenzó a notar pequeñas gotas en su rostro, al abrirlos, vio que la pequeña nube negra ya no era tan pequeña y aligeraba su carga sobre la tierra, limpiando el aire, liberándolo del polvo, saciando la sed del campo y de las flores.
Natalia disfrutó de aquel regalo, de aquel lujo de incalculable valor y supo que no sería la última vez que volviese a aquel lugar de paz y reflexión durante sus maravillosas vacaciones permanentes.