domingo, 14 de abril de 2019

LA DOBLE CARA DE LA SOLEDAD


LAS DOS CARAS DE LA SOLEDAD:


Sentada bajo el sol de primavera y con la mirada perdida hacia el horizonte, María se había extraviado en sus pensamientos. Oía sus propios latidos, sola y triste, había olvidado como vivir. Por sus mejillas corría ríos de lágrimas mientras ahogaba gritos de angustia que se atragantaban en su garganta. Joven, inteligente y bonita, María había dejado de soñar para dejarse arrastrar a su propio infierno lleno de miedos y fantasmas. La soledad había ganado una guerra que María no supo lidiar, para dejarla postrada ante el mundo y ante sin misma.

Sentada bajo el sol de primavera y con la mirada perdida hacia el horizonte, María se había extraviado en sus pensamientos. Oía sus propios latidos, oía su propia vida y reflexionaba sobre todas sus posibilidades. Se oyó tararear una canción, mientras se dejaba arrastrar a sus propios sueños de futuro. Joven, inteligente y bonita, había encontrado en la soledad una amiga y compañera, la cual le había abierto las puertas al mundo de la imaginación y la creatividad para convertirla en la artesana de su propia vida. Hoy había decidido disfrutar del calor de los rayos del sol y del trinar de los pájaros, sentada ante la vista de preciosos montes cubiertos de hayas, donde los primeros brotes teñían de color esperanza todo su alrededor.

¿Cuál es tu actitud ante la vida?

miércoles, 3 de abril de 2019

FRENTE A MI NARIZ



FRENTE A MI NARIZ


Hoy, me ha ocurrido algo que a todos nos pasa alguna vez, pero en lo que apenas solemos reflexionar debido a la frustración que nos genera estas situaciones y al poco tiempo del que disponemos. Hoy, ha sido uno de esos pocos días en los que he pensado que podría tener un momento de tranquilidad, sentada en mi maravilloso sofá, leyendo un libro, o simplemente ojeando algo interesante. Me he acercado a la estantería donde tengo los ejemplares a los que siempre quiero darles un vistazo y me he decantado por un libro de jardinería, básicamente porque estamos en primavera y me gusta sacar un ratito, cada dos o tres días, para mimar las plantas de mi peculiar jardín, si se me permite llamar así a un pequeño huerto provisto un centenar de macetas y flores. 



Pero he cometido el error de no ver lo que tengo frente a mis narices por intentar ver mas allá y en mi descuido más torpe, he dejado caer al suelo una preciosa figurita de arcilla de mi madre con más carga emocional que valor económico, ya que llegó sobre volando el océano Atlántico para situarse delante de mis tomos. Evidentemente, al caer al suelo se ha roto, bueno, más bien, en cuestión de un micro segundo y fuera de lo que alcanza la vista humana, ha debido pasar por una trituradora invisible antes de llegar al suelo y se ha hecho añicos, los cuales se han esparcido por todo el salón, incluyendo bajo los muebles en los que hasta hoy, habría jurado que no cabía un alfiler pero que he descubierto, que una aguja de punto fino puede arrastrar un gran tesoro, por decirlo de alguna manera.
 Una vez recogido todos los trocitos, hasta los más pequeños, he pensado, ilusa de mí, que tal vez podría pegarlos y darle un nuevo toque anticuado y restaurado a la pequeña figurita y como curiosamente tenía tiempo, he dejado mi libro de jardinería y me puesto manos a la obra, intentado reconstruir lo inreconstruible, algo que me costado comprender un buen rato y un trocito de mi propia piel. Como soy mujer de tener un poquito de todo por casa, por si las moscas, no me ha costado buscar un buen pegamento, resistente y fuerte a base de cianocrilato, por no ponerle nombre, pero tampoco he perdido el tiempo en leer parte de la etiqueta en los que mencionaba que materiales podría pegar.
Me encontraba sentada en la mesa del comedor, con unos periódicos como mantel, ( mujer previsora vale por dos) intentando unir los pedacitos de la figura de arcilla,  como si fuera un puzzle en tres dimensiones, hasta que me he dado cuenta, que el pegamento no ejercía su función sobre el material en cuestión, por ser bastante poroso; y que había ido a parar a mis dedos, quedándose el meñique y el anular de mi mano izquierda pegados entre sí y el resto de los dedos pegados a varias de las piezas. Puedo decir, por experiencia en propias carnes, que el secado de este pegamento es inmediato, y al intentar separar los dedos ha habido, lo que podríamos decir como una pequeña transferencia de tejido de un dedo al otro. En cuanto a los trozos de arcilla me ha sido más fácil despegarlo si dejar piel en el proceso. Desde el momento que la figurita prácticamente se desintegró hasta este momento actual he permanecido serena, imperturbable y así he continuado. He cogido mi viejo móvil pero lo suficientemente moderno como para ser táctil y he preguntado a mi familia, que ya conoce mis serios problemas con los productos viscosos y que se pegan, he intentado plantear la cuestión de cómo quitarme de los dedos y  de las palmas mis manos  el pegamento ya fosilizado pero el groso del mismo me impedía escribir en la pantalla, ya que había conseguido, inexplicablemente, crear una fina película alrededor de mis huellas y que por lo tanto la pantalla no conseguía detectar. Pero como la tecnología tiene mil y un recursos ( y yo también) he mandado un mensaje de voz al que me ha sido respondido con prontitud y con no pocas risas, a las que por cierto yo también he acompañado. Porque eso sí, que el humor no falte nunca. He seguido los consejos recibidos, utilizando acetona para quitarme la fina película de entre mis dedos sin recordar que parte de la piel de mi meñique había desaparecido y os puedo asegurar, que la acetona escuece de coj*****es en una herida, aunque sea mínima, ínfima. No acaba aquí la historia, porque he tenido la maravillosa y brillante idea, de utilizar un algodón para empapar la acetona para frotarla por mis manos y el resultado es que parte de el algodón ha acabado pegado entre los dedos. Finalmente, y con la tranquilidad de un koala, he decidido utilizar el mejor método de limpieza, agua tibia para limpiar mis manos y paciencia, para que poco a poco y en unos días vaya desapareciendo parte del pegamento que no he conseguido retirar. Evidentemente la figurita de mi madre ha sido imposible reconstruirla y todo esto me ha ocurrido por no ver lo que tenía frente a mis narices.





YO



YO

Bajo un manto de tierra y hojas secas, descansan los bulbos de los jacintos, esperando que pasen las largas noches, las ventiscas y las nevadas del frió invernal del Pirineo Navarro. Escondidos, recogidos, casi sin vida hasta que la tierra por fin se calienta con la llegada de los primeros rayos del sol de marzo, cuando despierta de su letargo y poco a poco germina, asomándose tímida, luchando por salir de la dura tierra, con la fuerza que ha acumulado durante su reposo. La claridad de los días le empuja a crecer alta y esbelta para lograr su mayor esplendor.
Así me siento a día de hoy, después de haber permanecido escondida durante años en mi propio ser, atrapada en la oscuridad de la depresión, secuestrada por mis demonios internos hasta, que los soles de mi vida me alumbraron en la noche, sentí el calor de sus almas y pude comenzar a despertar de mi propia pesadilla, para asomarme al mundo, al principio tímida y asustada pero pude comprender que todavía quedaba algo de vida en mi corazón. Luche, unas veces perdí, otras gané y otras quedé en tablas, pero crecí como el jacinto, fuerte, esbelta, hermosa para lograr mi mayor esplendor: YO