martes, 7 de noviembre de 2017

PESADILLAS

PESADILLAS


Había sido un Invierno largo y duro, la nieve comenzaba a derretirse en los alrededores de la ciudad y el aire, gélido todavía, corría por las calles, pero algunos días podía sentirse la llegada de la Primavera. 
Los últimos meses del año habían sido igual de intensos que el invierno para un matrimonio que vivía a las afueras. Llevaban más de seis años viviendo juntos y se habían casado unos meses antes. Gorka y Laura seguían queriéndose como el primer día y de eso hacía ya quince años. 

Ambos tenían buenos trabajos pero Laura no estaba contenta con lo que hacía. Era extremadamente exigente y crítica consigo misma, por lo que seguía estudiando y formándose en su tiempo libre, aprovechaba cada segundo del día y de la semana para estar ocupada, por lo que vivía bajo un gran estrés que le impedía conciliar el sueño muchas noches. Había organizado el día a día por horas y normalmente era inflexible, se acostaba siempre a la misma hora, fuera o no fin de semana por lo que rara vez salía por las noches y a pesar de eso muchas noches las pasaba en vela. Si conseguía dormirse, se despertaba a media noche pensando en lo que debía hacer al día, la semana, el mes o el año siguiente, pocas veces le llegaba a sonar el despertador. Una vez que terminaba su jornada laboral, iba corriendo de un lado a otro, siempre se quejaba de tener la sensación de faltarle horas en el día. Ponía todas sus energías en no perder el tiempo o por lo menos eso intentaba. Durante los últimos 5 años ese había sido su ritmo de vida, su carácter se había enrarecido y apenas sonreía, aunque de puertas para afuera intentaba que no se notase pero Gorka, su marido, cada vez era más consciente del cambio. 

Él era todo lo contrario, tranquilo, extrovertido y apenas se preocupaba por el horario. Su prioridad era disfrutar del momento sin pensar en el día siguiente y mucho menos en el trabajo. Tenía un sueño profundo por lo que  muchos días era Laura la que le avisaba, a menudo llegaba tarde a trabajar, no más de 5 minutos pero apuraba hasta el último segundo para dormir, la mayoría de días se iba sin desayunar. Pasaba su jornada trabajando duro pero no creía que mereciera la pena dejarse la piel. Una vez que salía de su puesto de trabajo se olvidaba hasta el día siguiente. Realmente Gorka era un hombre tranquilo y paciente pero a veces, le crispaba los nervios que Laura no parara nunca. 

Eran dos personas casi opuestas pero habían crecido juntos, eran amigos de toda la vida y tenían ciertas cosas en común que les apasionaban: viajar, la naturaleza, el cine, los animales y el deporte. A pesar de ser tan diferentes la convivencia era relativamente fácil, apenas discutían porque los dos tenían un carácter amable, los dos eran buenas personas y sobre todas las cosas se querían con locura. 


Últimamente, Laura, estaba teniendo más problemas durante las horas de sueño. Lo poco que dormía tenía pesadillas recurrentes que provocaban que descansara menos de lo habitual. Se despertaba por las noches gritando, llorando o asustada mientras Gorka solía abrir un ojo durante unos segundos, le acariciaba la mejilla y acto seguido volvía a quedarse profundamente dormido. Laura se quedaba horas despierta escuchando los fuertes ronquidos de su marido hasta que ya no podía aguantar más y le zarandeaba para obligarle a darse la vuelta, aunque aquello pocas veces funcionaba. Deseaba no acordarse de sus sueños porque cada día iba en aumento su miedo a que llegara la hora de dormir, no encontraba un momento de paz. Tenía sueños repetitivos, soñaba que se le caían los dientes, que se quemaba o que había cucarachas en la cama pero su peor pesadilla era que algo o alguien entrase a casa mientras estaban durmiendo. Era un sueño tan real que cuando se despertaba tenía la sensación de oír voces, ver sombras en movimiento e incluso, podía sentir un cierto olor afrutado. A veces se escondía debajo de las sábanas como si aquella fina tela le protegiera de todos los males terrenales. Notaba cómo su corazón se aceleraba, podía escuchar su latido que retumbaba por la habitación y cómo su cuerpo se deshidrataba empapando las sabanas mientras temblaba de auténtico terror y lloraba en silencio hasta sentir el contacto de la piel de Gorka. Despacito y sin meter ruido acababa abrazándole para contagiarse de su suave y tranquila respiración. Tan sólo pasaban unos minutos hasta que su mente se despejaba y se daba cuenta que estaba segura en su habitación pero a ella le parecían horas. 
No recordaba la última vez que había tenido un plácido sueño y envidiaba la tranquilidad y el placer del dormir de su gran y único amor. Los días se le hacían eternos después de aquellas noches entre pesadillas y agotadores despertares pero cada cierto tiempo su mente y su cuerpo llegaban al límite y acababa dormida profundamente alguna noche al mes. Esas noches conseguía conciliar un sueño profundo, tranquilo que le daba paz y fuerzas para los siguientes días. 

Una noche, tras dar vueltas y vueltas durante varias horas sin encontrar la postura para dormirse le pareció escuchar el tintineo de unas llaves, se imaginó que probablemente serían las que colgaban por la parte interior de la puerta. Intentó descartar ese pensamiento, esa imagen pero le fue casi imposible. Una vez más se escondió bajo las finas sábanas, cerró los ojos intentando dormirse y buscó lentamente la mano de Gorka para sujetarla con fuerza. Le apretó con tal energía que él entreabrió los ojos e intentó calmar a su mujer con un abrazo a la vez que le susurraba, "tranquila, estoy aquí". En ese momento Laura calló en un sueño ligero, tan poco profundo que todavía podía oír la suave respiración de Gorka, incluso por un momento creyó sentir una caricia en su mejilla, algo extraña, como si la mano que le rozaba estaría cubierta por una fina tela y sin haber alcanzado todavía el descanso, le pareció vislumbrar una luz intensa acompañada de un ruido extraño, un pequeño gruñido de algo oxidado. Su sexto sentido le hizo abrir los ojos, su corazón palpitaba con fuerza, algo en el ambiente no le cuadraba, la habitación tenía un olor dulce, intenso y desconocido. Se incorporó sobre la cama para levantarse pero Gorka le sujetó por la muñeca con firmeza y le instó para que volviera a tumbarse. Ella no quería molestarle otra noche más, así que volvió a acostarse, esta vez abrazada a Gorka, asustada sin saber muy bien porqué o de qué. Le costó dormirse más de dos horas, casi poco antes de que sonara su despertador un día más. 
Esta vez le costó levantarse, más perezosa que otras veces pero comenzó su rutina diaria en el baño. Gorka seguía durmiendo así que intentó hacer el menor ruido posible y no encender ninguna luz hasta llegar a la cocina. Fue caminando a ciegas, pues solía levantarse antes de amanecer, cerró los ojos mientras caminaba en la oscuridad y una desagradable sensación le recorrió el espinazo. En cuanto encendió la luz de la cocina se despertó de golpe, aquella luz cegadora se reflejaba en todas las paredes de las inmaculadas baldosas blancas que el día anterior estaban cubiertas por electrodomésticos de última generación y que apenas habían terminado de pagar. Laura abrió y cerró los ojos varias veces como si intentara salir de un mal sueño pero no lo conseguía. Giró sobre sus pies y esta vez no tuvo reparos en encender todas las luces de su casa, ahora totalmente vacía, no quedaba nada, tan solo aquel olor dulce, afrutado, intenso y desconocido. Estaba en medio del salón cuando sin pensarlo llevó su mano hasta la mejilla para acariciársela, de repente se dirigió poco a poco a su cuarto, se metió en la cama de nuevo junto a Gorka y sin decir nada se durmió como nunca lo había hecho antes, ya no tenía miedo, también se lo habían llevado. 



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