EL REGRESO:
No hace mucho tiempo hubo una mujer que se perdió.
Durante años quiso ser alguien que no era.
Se esforzó en ser lo que creía que se esperaba de ella.
Había arrinconado su pasado, se obsesionaba con el futuro sin disfrutar del presente, hasta que un día advirtió que en realidad no sabía quién era.
El caos y el miedo se adueñó de su mente y perdió la razón, las ganas y la pasión.
Se sentía sola a pesar de estar rodeada de familia, amigos y seres queridos.
Era incapaz de escuchar su voz interior.
El tiempo pasaba lentamente, podía sentir cada latido intenso de su corazón por cada fibra de su ser.
Ya no se reconocía en el pasar de los días. ¿Quién era ? ¿Qué quería? Buscaba respuestas
Solo el cariño y el respeto que recibió en aquellos momentos le indicaron una salida. Lejana pero ahí estaba.
Con ayuda y despacito empezó a salir de la oscuridad en la que se había sumergido.
Las heridas de las espinas clavadas en su alma empezaron a sanar.
Aunque por el camino se encontró cuervos que graznaban mentiras
Y situaciones que le rompieron el corazón
Lloró, grito, se enfadó.
Con ella y con el mundo
Pero se descubrió fuerte.
Reaccionó.
Se levantó, se volvió a caer y a levantar.
Estaba en camino.
La cima estaba lejos pero ya sólo le importaba el camino.
Dejó de sentirse como un árbol en invierno, muerto, seco, sin vida.
Volvió a sentir, pensar, volvió a vivir y se reconoció como nunca antes.
Cabeza, tripas, corazón.
Aprendió que el caos lo imperfecto es hermoso.
Se aferró a la vida asumiendo las inclemencias del tiempo.
Era un nuevo renacer.
Encontró el equilibrio, formaba parte del viaje.
Se liberó a si misma de las cadenas que se había impuesto.
Aceptó su pasado, se despreocupó del futuro y vivió el presente.
Regresó.
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