Soy mujer nacida en los 80,
década de la revolución musical, sexual y social, pero en la que todavía
reinaba la cultura del silencio, todavía quedaba y queda mucho camino por
recorrer para lograr la verdadera libertad, aquella que se encuentra en el
equilibrio entre la propia y la del entorno.
Durante muchos años, aprendí que
“una buena chica” es la que está calladita, a la que apenas se le oye, la que
come y calla, la que escucha y sonríe, hasta que llegué a la madurez con la voz
castigada en un rincón por miedo a que no fuera digna de ser escuchada. Pero
una voz no puede ser enterrada, no puede ser ocultada durante toda una vida y
por fin, llegó el momento de ser liberada. Con mucho esfuerzo logré encontrarla
en el fondo de mi garganta, apenas sabía como usarla y poco a poco averigüé cómo
modularla, aprendí a hablar bajito para contar secretos y a gritar alto y
fuerte para desnudarme ante el mundo.
He descubierto que no es una voz
bonita, pues es mejor no oírme cantar, pero en ella puedes encontrar palabras
hermosas y sinceras, también hallarás algunas dolorosas para aquellos que la
verdad les duele, pero sobre todo y más importante es que es mía y de nadie
más. Aquí me encuentro hoy, dándole el valor que merece, descubriendo un nuevo
camino en el que tengo muchas cosas por compartir, en el que soy capaz de
arriesgar y luchar por lo que creo para ir más allá de mi propia voz, porque mi
opinión también cuenta.
Dedicado a Hebras de Tinta.