jueves, 26 de julio de 2018

LA LIBÉLULA


LA LIBÉLULA

Aquella mañana de verano, el cielo azul desprendía una luz inusual. La claridad lo inundaba todo, cada esquina, cada rincón de las ramas de los tupidos árboles que bailaban al son del animoso viento que se había levantado de madrugada. Los rayos del sol se colaban entre las verdes hojas hasta llegar a un pequeño riachuelo creando un sinfín de reflejos oscilantes.
Una pequeña libélula intentaba sobrevolar el arroyo en contra del viento, lo intentaba una y otra vez sin cesar, poniendo toda su energía en cada aleteo pero por más que insistía le era imposible avanzar. Tras varias horas y casi desfallecida se rindió a su suerte, apenas le quedaban fuerzas para buscar un lugar seguro en la orilla del estrecho regato. Acabó por posarse en una fina hierba y allí quieta, inmóvil y sin esperanza de continuar su camino, permaneció durante horas, hasta que las ráfagas de aire desaparecieron y cierta calma llegó al bosque.
La libélula, a pesar, de haberse rendido unas horas antes, había recuperado sus fuerzas mientras descansaba sobre la hierba y de nuevo intentó volver a recorrer su camino, esta vez sin prisas, buscando lugares para descansar y sin dejar su propia vida en el recorrido.


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