UZTARROZ
Bajo el puente, la corriente discurre zigzagueante, arrastrando a su paso pequeños guijarros que chocan una y otra vez hasta convertirse en pequeños granos de arena. El caudal crece por momentos, perdiendo el bello color verde tan característico del Pirineo para tornarse en un color ocre. El sonido del agua cada vez es más intenso, sólo consigue transportar a otro tiempo a la desconocida espectadora, bajo un viejo paraguas, admira cómo las ramas y troncos, arrancados de las orillas adquieren velocidad en los pequeños saltos de agua. El cielo encapotado da al lugar una belleza inigualable, la luz se cuela entre densas nubes grises que sin cesar descargan el agua sobre Uztarroz, discurriendo por las empedradas y empinadas calles. A pesar del frío, en una Primavera inusualmente humeda, los moradores de este recóndito lugar salen de sus hogares con la sonrisa como abrigo y con cientos de historias sobre tiempos pasados que no dudan en compartir con la desconocida que los espera cada tarde sobre el puente.
Uztarroz, pueblo pequeño, escondido entre un bosque de hayas, pinos y robles, padece, como tantos otros, la despoblación, tiene un alma vieja que se refleja en sus casas antiguas y en su inmensa iglesia, pero todavía su corazón se mantiene joven, palpita con fuerza para que nadie se olvide de su existencia.
Sólo, la palabra "acción" saca de sus pensamientos a la joven del paraguas y en ese momento, el mundo parece rodar con intensidad, surge un revuelo en el pequeño pueblo que a todos tienen prevenidos para ver lo nunca visto y de nuevo, en unos minutos, la calma vuelve sin que la espectadora aparte la mirada de la estrecha calle que da al puente, mientras escucha otra vez el sonido del río y de los pájaros que vuelan sobre el agua cada vez mas embravecida.
Dedicado a Prevenida.
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